Querido Dios:
Me llamo Oscar y tengo diez años. Le he prendido
fuego al gato, al perro, a la casa (creo que
también pasé por la parrilla a los peces rojos) y
ésta es la primera carta que te escribo porque,
hasta ahora, no he tenido tiempo por culpa de
mis estudios.
¡Ojo! Te aviso ames de empezar: me da
mucho palo escribir. Sólo lo hago porque realmente
no tengo más remedio. Es que eso de
escribir es como poner pompones y guirnaldas y
floripondios y echar sonrisitas. Escribir no es
más que mentir para hacer bonito. Es un rollo
de los mayores.
¿Que no te lo crees? Pues mira, fíjate cómo he
empezado la carta: «Me llamo Oscar y tengo diez
años. Le he prendido fuego al gato, al perro, a la
casa (creo que también pasé por la parrilla a los
peces rojos), y ésta es la primera carra que te escribo
porque, hasta ahora, no he tenido tiempo por
culpa de mis estudios.» Pero también podría
haber puesto: «Me llaman Cabeza de Huevo,
aparento siete años, vivo en un hospital porque
tengo cáncer y nunca te he dirigido la palabra
porque ni siquiera creo que existas».
Lo que pasa es que si pongo eso, te va a dar
mal rollo y todavía te vas a interesar menos por
mí. Y yo necesito que te intereses por mí.
Me llamo Oscar y tengo diez años. Le he prendido
fuego al gato, al perro, a la casa (creo que
también pasé por la parrilla a los peces rojos) y
ésta es la primera carta que te escribo porque,
hasta ahora, no he tenido tiempo por culpa de
mis estudios.
¡Ojo! Te aviso ames de empezar: me da
mucho palo escribir. Sólo lo hago porque realmente
no tengo más remedio. Es que eso de
escribir es como poner pompones y guirnaldas y
floripondios y echar sonrisitas. Escribir no es
más que mentir para hacer bonito. Es un rollo
de los mayores.
¿Que no te lo crees? Pues mira, fíjate cómo he
empezado la carta: «Me llamo Oscar y tengo diez
años. Le he prendido fuego al gato, al perro, a la
casa (creo que también pasé por la parrilla a los
peces rojos), y ésta es la primera carra que te escribo
porque, hasta ahora, no he tenido tiempo por
culpa de mis estudios.» Pero también podría
haber puesto: «Me llaman Cabeza de Huevo,
aparento siete años, vivo en un hospital porque
tengo cáncer y nunca te he dirigido la palabra
porque ni siquiera creo que existas».
Lo que pasa es que si pongo eso, te va a dar
mal rollo y todavía te vas a interesar menos por
mí. Y yo necesito que te intereses por mí.
(fragmento)
Eric-Emmanuel Schmitt
(Ediciones Obelisco)
He aquí las cartas que escribió a Dios un niño de diez años enfermo terminal de leucemia. Las encontró Mamie-Rose, la dama rosa que va a visitarlo al hospital de niños. Describen doce días de la vida de Oscar, doce días originales y poéticos, doce días llenos de personajes divertidos y conmovedores.
Estos doce días serán quizá los últimos pero, gracias a Mamie-Rose que establece un fuertísimo lazo de amor con Oscar, serán días de leyenda.
Eric-Emmanuel Schmitt (1960) es el autor de teatro francés más representado en Francia y en el extranjero. Sus obras se han estrenado en más de 30 países. Este breve relato, gran éxito teatral en Francia, forma junto con Milarepa y El Señor Ibrahim y las flores del Corán la Trilogía de lo Invisible.
"Eric-Emmanuel Schmitt" nos brinda un prodigioso cuento metafísico sobre el sufrimiento y la cobardía, un cuento para reconciliar el materialismo con la fe, para hacer comprender a todos los que dudan que la enfermedad es como la muerte. Es un hecho, no un castigo. Audaz y harto más eficaz que una tesis o un bello discurso.
Un libro luminoso, unos instantes de ternura, un himno a la vida, una batalla ganada contra la muerte.
Estos doce días serán quizá los últimos pero, gracias a Mamie-Rose que establece un fuertísimo lazo de amor con Oscar, serán días de leyenda.
Eric-Emmanuel Schmitt (1960) es el autor de teatro francés más representado en Francia y en el extranjero. Sus obras se han estrenado en más de 30 países. Este breve relato, gran éxito teatral en Francia, forma junto con Milarepa y El Señor Ibrahim y las flores del Corán la Trilogía de lo Invisible.
"Eric-Emmanuel Schmitt" nos brinda un prodigioso cuento metafísico sobre el sufrimiento y la cobardía, un cuento para reconciliar el materialismo con la fe, para hacer comprender a todos los que dudan que la enfermedad es como la muerte. Es un hecho, no un castigo. Audaz y harto más eficaz que una tesis o un bello discurso.
Un libro luminoso, unos instantes de ternura, un himno a la vida, una batalla ganada contra la muerte.
Si fructifica, pronto habrá una gran sorpresa respecto a este texto.
5 comentarios:
Querido Dios:
Me llamo Oscar
y Tú no eres...
mi querido.
Paz.
Daniel.
He leído este fragmento y estoy impaciente por ver la sorpresa.......SUERTE!
EVA
Daniel:
Te sorprenderías si leyeras éste libro. Puede no parecer lo que parece. Y más si se leen los tres libros de la trilogía de lo invisible.
Eva:
A ver, a ver, un poco de paciencia...
ola
esta muy reke tebien
el librito para la asignatura religion popbre nene de cancer muere....
Te digo lo mismo que a Daniel: hay que leerlo para luego dar una opinión.
Seguramente llegaremos a la misma conclusión: no existe Dios (no ese que entendemos por Dios).
Por lo demás, no suelo cachondearme de las desgracias ajenas. Me da yuyu.
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