El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

25/9/18

EL SUMIDERO (un relato de MI MARIDO ES UN MUEBLE)


El sumidero




Está tras la ventana de la cocina, viendo llover. Como si aquella casa de la playa estuviese en el trópico, lleva unos días lloviendo a la misma hora, sobre las tres de la tarde, cuando el calor es más intenso. Una tormenta violenta que descarga agua con furia durante unos minutos para alejarse instantes después y dejar paso de nuevo al sol. Es algo excepcional por estas fechas, porque todavía no ha llegado el verano.
Está tras la ventana contemplando cómo el sumidero falla una vez más y comienza a encharcarse todo a su alrededor. Tiene el mango del rastrillo en la mano y tan sólo espera que la tormenta pase para salir y desaguar.
Sabe que debería estar en el estudio, al otro lado del jardín, recomponiendo la maqueta de los trenes, buscando una nueva perspectiva de las rocas en un boceto o montado sobre la bicicleta estática, eliminando sudor y sal. Pero la tormenta se ha anticipado o él no supo ver que aquellas nubes, inocentes y algodonosas, se llenaban de agua con el calor y su panza se tornaba gris oscuro muy rápidamente.
El charco del sumidero se va agrandando y casi llega a la puerta del porche de la cocina. Tiene algo de hipnótico observar cómo las enormes gotas de agua de lluvia salpican con estrépito la superficie embarrada de aquella balsa antes de intentar volver al cielo. Es como mirar crepitar el fuego de la chimenea en invierno o contemplar las olas del mar desde la torre de Roche.

Un ruido a su espalda le saca de su abstracción. Es Bofrostman, bajando por las escaleras de madera con sus botas macarras de piel de serpiente y puntera de acero. Le gusta hacerlas sonar.
Bofrostman que baja silbando una canción desde la parte alta de la casa, que pasa por delante de la puerta de la cocina dirección a la calle.  Bofrostman que, dando un paso atrás, vuelve a aparecer por el encuadre de la puerta de la cocina y coge la manzana roja que encumbra el frutero sobre la mesa, frente a él. Bofrostman que le da un gran mordisco, que mastica apretando mucho las mandíbulas, que le mira y, con las cejas alzadas y media sonrisa, le dice adiós.

No le gusta aquel tipo, y en esa última mirada ha leído una mueca de superioridad ofuscante. Ya el sólo hecho de coger la manzana significa algo de eso, un desafío al papel de cada uno. Pero él no le va a explicar a Bofrostman cómo son las cosas. Ni cómo deberían de ser. Eso sí, por lo menos Bofrostman esta vez ha metido la compra de congelados del mes en la nevera. No como en la última visita, cuando dejo que los helados se deshiciesen sobre la mesa.

Se escucha el cerrar violento de la puerta de la calle. Con él se silencia el estruendo enfurecido de la naturaleza. Entonces vuelve de nuevo la mirada hacia el sumidero. Ahora parece una piscina sucia. El agua se ha extendido hasta llegar a la caseta, al otro lado del jardín. Se alza de puntillas y puede ver cómo el lago que se está formando tapa ya el primer peldaño de la escalera del porche. No puede esperar mucho más, tiene que salir y mover la vieja arqueta en el sumidero para que engulla toda aquella agua. Mira a su alrededor, por el suelo de la cocina, buscando las botas de goma, aunque tiene la seguridad de que allí no las encontrará. Se gira y se encuentra con Berta en la puerta de la cocina, sonriendo como una niña colmada de caramelos. Se la queda mirando y él también sonríe. Está bonita con esa camisa de hombre que le queda grande pero deja ver sus piernas todavía bien torneadas.

Un trueno cruza sus oídos y le hace volver la vista de nuevo hacia la ventana de la cocina. Lejos de amainar, la lluvia arrecia con más fuerza y las salpicaduras sobre la laguna hacen crecer un sentimiento de violencia hostil allí fuera. Una sensación de amenaza externa de la que se siente protegido tras la ventana. No puede verlo, pero adivina que el otro lado de la orilla del lago que se ha formado está ya inundando el estudio. Debe salir y liberar el sumidero antes de que aumente el nivel del agua, de que entre por la ventana del sótano o se trague el cenador del jardín. Mira sus pies, sus zapatillas de tenis blancas, sus calcetines tobilleros, los escasos pelos de sus piernas, y después vuelve a mirar por la ventana. Sí, tiene algo de hipnótico, es algo relajante ver caer la lluvia con aquella violencia y sentirse protegido dentro de la casa. Piensa entonces en la toma de tierra de los enchufes, piensa también en una descarga de electricidad sobre un tejado de metal plateado como el hielo, piensa en alguien sumergido en aquella balsa de agua que busca con desesperación la superficie cuando está a punto de emerger y se extrema su necesidad de respirar. En eso piensa cuando otro trueno desgarra aquel ensimismamiento y siente la tibieza del cuerpo de Berta pegado a su espalda. Otro trueno más, largo y doliente. La tormenta aumenta y una niebla vaporosa empieza a cubrir toda la visión. Se alza de puntillas y ve que el segundo escalón también ha desaparecido bajo el agua marrón que se llena de hojas. Cuando vuelve a apoyar los talones, los brazos de Berta cruzan su pecho, amarrándolo, y su cuerpo rechoncho y confortable, se pega a su espalda. Cierra los ojos, porque le gusta esa sensación apacible de calor, porque siente la cabeza de Berta ladeada sobre sus hombros, porque sabe que también Berta cerró sus ojos, porque si se girase se besarían por un buen rato, y el sonido de la lluvia sería el sonido del mundo para ellos dos.

Al otro lado de la ventana una bruma artificial, onírica, lo cubre todo. Las gotas de lluvia siguen tamborileando sobre el tejado y debe de haber ramas de árboles arrancadas con violencia por el viento. Las conducciones bajo los aleros se estarán atascando. La laguna estará creciendo y ya habrá inundado el estudio, habrá cubierto los botes de pintura ordenados por colores sobre el suelo y habrá mojado algunas telas viejas sobre las que practicar los cambios de color de la luz sobre el mar. La maqueta de los trenes estará tan húmeda que dentro de poco entregará piezas al agua.
Quizá incluso el tercer escalón esté ya cubierto con el magma marrón y solo unos centímetros separen aquel lago de la puerta de la cocina. Un trueno más, desgarrador de lado a lado sobre sus cabezas, puede escucharse; y el tintinear de los cristales de las ventanas, el estremecimiento de la madera de la casa, el temblar de vigas, pavimentos y cimientos.
Quizá todo eso afuera,
quizá el mundo este fracturándose fuera,
quizá haya llegado
su final.

29/5/18

Pistolas eléctricas y botijos (LA CASA DE LAS ALFOMBRAS, de Mario Crespo)


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El jueves 24 de mayo se presentó en Madrid la nueva novela de Mario Crespo, LA CASA DE LAS ALFOMBRAS, en la librería La semillera. Tuve el placer de acompañar al autor zamorano en la presentación y quiero dejaros una breve reseña de lo que allí hablamos:

Pistolas eléctricas y botijos
Nos encontramos ante una obra futurista y, como no puede ser de otra forma, apocalíptica, donde el futuro más esperanzador es una suerte de medievo que conduce a la humanidad a una clara involución social y cultural.

Pistolas eléctricas y botijos se alternan en un plano visual desolador donde el amor ya no es importante y sí lo es la capacidad para procrear, pues de ella depende la raza humana. Para sobrellevar la desolación de este paisaje, Mario Crespo se vale del humor, y más concretamente, del humor basado en la necesidad primordial de los personajes: el sexo. En mi opinión, un aliciente para que la narración cobre otra dimensión y adquiera mayor velocidad.

Repasemos: La casa de las alfombras recrea un mundo donde las administraciones han abandonado los pueblos a su suerte y han focalizado el sector servicios en las ciudades. Fuera de los núcleos urbanos no operan las fuerzas de seguridad, no hay hospitales, ni colegios, ni por supuesto ley. Se trata de un mundo donde el hombre prácticamente ha perdido la capacidad de reproducirse y se enfrenta a una suerte de apocalipsis que los científicos pretenden evitar con medios más que discutibles. Así las cosas, el sexo, controlado por el estado, adquiere una importancia sublime.
Con estos mimbres, Mario Crespo crea una novela corta que en realidad es un relato, más concretamente un cuento, pues no resultaría nada complicado identificar los componentes esenciales de este tipo de narraciones mostrados por Vladimir Propp en sus reglas. Para ello, el autor se vale de una prosa ágil que no renuncia a la lírica y a la creación de imágenes directas.

Por otro lado, se identifican en la historia aspectos habituales en la escritura de Mario Crespo como la metaliteratura (casas llenas de libros, culto al libro de papel, los muy literarios nombres de los personajes, la  trama central se basa en un libro, el papel de los bibliotecarios como guardianes y maestros en el futuro, la fascinación por el libro), el estudio de la sociedad como modelo organizativo (estudio antropológico profundo) o sus reflexiones sobre la condición humana.

Formalmente, y siguiendo el progreso narrativo de cada una de sus obras, el autor busca conformarse con la linealidad de la historia y huye de la fragmentación, un recorrido inverso al que venía realizando habitualmente y, por lo tanto, una dificultad añadida a la estructura de la novela. Además, destaca como novedad el uso casi reivindicativo del punto y coma como pausa obligada en la lectura para la reflexión. Un respiro que el lector agradece entre la amalgama de subordinadas.

La casa de las alfombras supone pues un paso más hacia la escritura exquisita que busca el autor con cada nueva propuesta literaria.

LA CASA DE LAS ALFOMBRAS
Mario Crespo
Libros.com, 2018

13/2/17

Un microcuento de “Voces para un tímpano muerto”, de Miguel Ángel Zapata


Una de las grandes noticias del año es la publicación de un libro de microrrelatos de alguno de los narradores de lo breve a los que admiro como Manu Espada o Miguel Ángel Zapata. Lo de MAZ provoca asombro. La lectura de cada uno de las minificciones de este “Voces para un tímpano muerto” provoca una explosión en el cerebro, por lo menos en el mío, incapaz de imaginar tanta creatividad, tanto juego, tanta fantasía.  

Con los libros de mirorrelatos de MAZ hago lo mismo que con los libros de antología poética de autores de los que he leído todo: una píldora al día, generalmente por la noche, antes de ir a dormir, para rezumar a gusto el texto, para saborearlo y rumiarlo hasta quedarme dormido, para despertarme con él en la cabeza con ganas de volver a leerlo. 

La lectura de este “Voces para un tímpano muerto”, por ejemplo, ha durado más de un mes. Nunca un libro tan breve alargó tanto mi disfrute.

“Voces para un tímpano muerto” ha sido publicado por Talentura, en la suicida apuesta de su editor, Mariano Zurdo, por la narrativa breve. Imprudente locura que, sin embargo, me hace inmensamente feliz.


El botón de muestra:


Texto VI de la "Sinfonía para un amor bizarro en diez movimientos y una breve coda" 
            
            Hambriento, devoro la corteza más lejana del cosmos, los límites del universo, su perfil orlado de quásares, supernovas, esquirlas de mundos perdidos. Engullo con ansia los gases incandescentes de galaxias y estrellas enanas, la superficie rocosa de los asteroides, la estela de algún cometa, tres anillos de Saturno como aros de cebolla para cíclopes, el postre en plato hondo de la Luna en cuarto menguante.
             Hambriento aún, me llevo a la boca el sorbete gélido de los casquetes polares, los mares con su botín de peces, las costas de cada continente como bordes de una crema catalana. Mastico las fronteras difíciles de los Balcanes, el crocanti místico del Himalaya, la sorpresa animal de las selvas tropicales, las sales digestivas del Sahara, Atacama o Sonora.
             Aún con hambre, mordisqueo la ensalada hipocalórica de los bosques que cercan tu ciudad, los arrabales de tu infancia, los parques que te vieron besar o correr o reír. Colmo mi estómago con el bocado de tu profesora de pilates, el gerente de tu banco, tus padres, la antropofagia dulce de tu hermanita y la carne de tu gato Milú. Degusto en mi lengua las paredes de tu casa, los muebles que guardan tu ropa, tu cama aún deshecha, nuestras fotos de boda, tu pintalabios favorito, el tampón que se oculta ruboroso en la papelera de tu baño.
             Y ahora que nos miramos a los ojos, por vez primera en tanto tiempo, como si nada más hubiese en el mundo excepto tú y yo, ahora que me ofreces compartir un bocado de esa tarta de cerezas que tanto me gustaba, ésa que tus manos olvidaron hornear hace siglos, ahora que me siento saciado y no cabe en mí un solo átomo más de nada, ahora que la desgana de una infame gula que acabó por colmarse termina venciéndome, ahora que jugueteas con la cuchara en la mano, cruel como una niña en un trono, ahora, sí, sólo puedo tenderme a tus pies, náufrago agotado en la orilla, esperando que la marea de los jugos gástricos dentro de mí haga su trabajo y yo pueda, finalmente, culminar el mío.

12/1/17

ARDIMIENTO PoeSÍa&BluES

El domingo 15 de enero, Miguel Ángel Cortés y yo celebraremos la entrada del año con un nuevo recital de poesía y blues.

Para prender la mecha del nuevo año 2017 y sacarle el máximo partido, ARDIMIENTO PoeSÍa&BluES será un recital mañanero, de esos que tanto me gustan últimamente, a la hora del vermú. Y, además, será gratuito, entrada libre.

Si os apetece empezar el año con ánimo, si venís con niños, si andáis por el rastro, si de lo que se trata es de exprimir el día, si lo que queréis es fiesta, estaremos en la cueva de MAJARETA, en la calle Almendro 18 (junto a la Cava Baja) a partir de las 13:00 horas dándole a la música y los blues de Keb´Mo´´ y a los textos del poemario Ardimiento.

Os encantará.



DOMINGO 15 DE ENERO DE 2017
13:00 horas
MAJARETA 
Calle Almendro,18 La Latina

ARDIMIENTO 
PoeSÍa&BluES


28/12/16

Lecturas 2016




12/12/16

A SANGRE: Mercado libre editorial. Lectura personalizada.



--Ardimiento--
BACØ

La oportunidad de disfrutar de un recital exclusivo, único para cada persona, con el tipo de poemas que en ese momento necesite. Una experiencia que no olvidaréis, os lo aseguro.


Sábado 17 de diciembre.
Sala de exposiciones - Lecturas personalizadas.
18-18:30h. Esteban Gutiérrez
 "BACØ"


29/11/16

La vida es un bar (Vallekas), antología de relatos

El miércoles 30 de noviembre se presenta este libro de relatos en la librería La esquina del zorro.

La vida es un bar (Vallekas)
Colección de relatos en torno a bares vallekanos

Editoras: Ana Grandal y Begoña Loza
Ilustración de la cubierta: Javierre
Amargord Ediciones, 2016

Encuentros alrededor de unas cervezas, garitos que te atrapan entre sus pentagramas, tapas intemporales con solera, camareras/os polifacéticos que acogen risas y quebrantos, tascas en color sepia, parroquianos que nunca se toman la última, bares que nos sirven la vida: estamos en Vallekas y estas páginas brindan por ello.

Autor@s participantes: Capitán Narváez, José G. Cordonié, Valeria Surcis, Roxana Palacio Platero, Esteban Gutiérrez Gómez, Luis Miramon, Robértez, Gsús Bonilla, Alberto Avila Salazar, Morado (Tiempos de Chuta y Pota), Patxi Irurzun, Morris, David G. Panadero, Ana Grandal, César Ramos Zaragoza, Sonia Fides, Pablo Cerezal, Julio Jurado.

Presentación: 30 de noviembre, 20:30 h, La esquina del zorro, c/Arroyo del Olivar, 34, Madrid.

26/7/16

Un fragmento de "Aparenta", el relato con el que participo en MÚSICA DE VENTANAS ROTAS (un homenaje a John Fante)



No sé las veces que había confiado en él, y él me había fallado. Podría esperármelo, pero siempre le daba una segunda, una tercera, una cuarta oportunidad. Olvidaba todo, yo no servía para guardar rencor en mi corazón. Al día siguiente, a la semana siguiente, me cruzaba con él y le saludaba amistosamente, como si no hubiese pasado nada.
Pero aquello fue el colmo. No sabía qué decirles a los policías. No podía justificar mi presencia allí de modo razonable, y me detuvieron.
Luego vino lo del registro del coche, y las bolsas con la nieve.

Porque esto es nieve, ¿no?

¿Nieve?, ¿qué nieve?

¿Pero es que te vas a hacer el gilipollas ahora, o qué?

Es que no sé de qué están hablando...

¿Qué no sabes...? Te vas a enterar, idiota.


Mi madre ni se atrevía a mirarme a los ojos. Eso fue lo que más me dolió. Ni los gritos, ni los insultos, ni el fuego que despedían los de mi padre, ni las amenazas en la cárcel, ni los suplicios de los Pies Negros, ni la esclavitud a la que me sometieron Tyrand y su banda como pago a su protección, ni la soledad absoluta en la que me encontraba aún estando rodeado de gente. Nada de todo aquello me dolió tanto como que mi madre no me mirase a los ojos en aquellas primeras visitas. Se sentía avergonzada de mí y no podía disimularlo. Ella, que me había protegido tanto, que decía que era muy bruto pero muy noble, que era buena persona, un buen hijo. Ella ahora también me creía culpable de todo aquello. Culpable porque no podía ser tan tonto...



MÚSICA DE VENTANAS ROTAS
Autores. F.Spinoglio & J.A.Barrueco (coord.)
EDALYA EDITORIAL
Relatos (antología)
ISBN 978-84-945238-4-7
234 páginas
P.V.P. 13,50 euros

http://www.edalya.com/index.php/tienda/product/44-musica-de-ventanas-rotas

14/6/16

Releyendo "El merodeador", de Vicente Muñoz Álvarez


Al releer este libro de Vicente Muñoz Álvarez he vuelto a recordar las sensaciones que aquella primera lectura dejaron dentro de mí. “El merodeador” es un libro inquietante, angustioso diría yo, en el que, relato a relato, se va resolviendo un puzle que conforma una obra coral, casi una novela. A medida que avanzan las historias en el libro, aumentan las pulsiones, el desencanto, la melancolía, la locura. El mundo obsesivo de un escritor se muestra con la crudeza natural de la realidad vivida, porque ese mundo obsesivo, es el mundo según la cabeza del propio autor.

No dejan de bullir en su cerebro los pensamientos. Una y otra vez los mismos pensamientos: llegar a tiempo con el artículo, repasar y memorizar el temario de la oposición, encontrar en el silencio los sonidos de la vida que trata de no escuchar, intentar dormir, lograr descansar, desconectar. Una y otra vez, desconectar. Algo tan simple y tan necesario, pero que nunca consigue.

Thomas Bernhard está muy presente en la narración. Su desencanto y su frustración, su alejamiento social. La lectura de las obras del escritor austriaco puede gustar o no gustar pero, en cualquiera de los dos casos, dejará marcado a quién se haya acercado a ellas. Esa cicatriz la consigue también Vicente Muñoz Álvarez con estos textos.

Decir también que Vicente Muñoz con este libro ofrece un muestrario de técnicas literarias para conseguir el tono narrativo y el ritmo adecuado para angustiar al lector: la meticulosidad en las descripciones, la narrativa circular alrededor de los temas dominantes, la segmentación profusa de las frases, cortas, medidas, los enlaces entre temas, la repetición de palabras clave. El poder de su descripción, profusa y lenta, consigue imágenes que el lector no podrá borrar de su cabeza jamás. El personaje del relato “El lunar” es un buen ejemplo de ello.

Vicente Muñoz Álvarez publicó“El merodeador” hace bastantes años, y aún sigue vigente. Esta reedición contiene un par de relatos nuevos que, a mi modo de entender la literatura, logran la esfericidad de toda la narración, cerrando el círculo (o, mejor, y tratándose de este libro tan obsesivo: cerrando la elipse, para que, sin ninguna tregua, vuelva a comenzar).

Personalmente me parece uno de los mejores (si no el mejor) trabajo narrativo de Vicente Muñoz Álvarez.


El merodeador
Vicente Muñoz Álvarez

ACVF Editorial, 2016

10/6/16

Leyendo a Luis Miguel Rabanal ("La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles")

Foto de Esteban Gutiérrez Gómez.

Te dejas llevar, como un barquito de papel por el torrente de un río. Sientes que no lo comprendes todo, que algunas pinceladas quedan oscuras, que se marcan pero no logras descifrar su contenido, pero te dejas llevar. Empiezas a leer y rápidamente comienza el viaje. Más que lo que se cuenta es cómo se cuenta. La narración te envuelve, la música de las palabras te deja aletargado… y te dejas llevar. Sonríes, y no sabes el porqué. Es algo orgásmico, algo como que calma, que otorga satisfacción. Que evade y hace pensar a la vez. Y esa prosa, esa barbaridad de palabras, reconforta.
Luego, más adelante, cuando logras salir aturdido de todo aquello, te das cuenta. Qué mamonazo, qué ironía más fina, qué escarapelo tiene este Luis Miguel, cómo refulgen sus neuronas. Y qué salvaje a veces, que tremendo, cuánta retranca de la buena. Y qué sensible, qué atmósfera crea, que entrañables los bárbaros y desvalidos personajes. Y qué bien me siento después de haberlo leído.

Por "La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles" desfilan Karin Benzama, Claudia Schiffer, las chicas de la alegre cofradía de la almeja complaciente, el envidiado Gracialiano y su santo bastón, un señor que dice ser Dios y una monja despendolada. Esos y otros muchos personajes dignos de ser oídos cuando quieren hablar de lo suyo. Historias cercanas, humanas y, por tanto, completamente surrealistas. El sexo y el seso morboso, el picor inguinal, el vicio de vivir. 

No contaré ninguna de las tramas, pero con el inicio de ésta comprenderéis su magnetismo:
"El anciano se adentró en el local con entusiasmo, tocando
palmas, tocando muchas palmas. No es que aquel día el
ambiente en el Desirée 25, a las cuatro menos cuarto de la madrugada,
fuera de una apabullante animación (pongamos que
la patrulla rural de la guardia civil y un hostelero de Zahínos,
más sendos viajantes de arroces Sos y de conservas Miau y algún
despistado de Frejenal al que mejor no referirse), pero la
entrada del sujeto, ataviado con un fresco y elegante traje de
lino blanco, camisa de seda blanca y corbatita color magenta
y, por si fuera poco, luciendo una larga y blanca cabellera, así
como una barba blanca de patrón mayor de ballenero, tuvo
que ser, como mínimo, chocante. Jennifer Fonfría, hermosa
como siempre, nada más reparar en él se le acercó corriendo 
a preguntarle si el vestuario provenía de la marca del celebérrimo
‘Emilio Tuchi’ y el look del tal Llongueras. Mi hijo Jesús
quiere ingresarme en un geriátrico, fue la lacónica respuesta
de aquel hombre. Dicho lo cual, se dirigió a la barra dispuesto
a refrescarse y le pidió algo a la joven Holanda Acosta que
aguardaba con impaciencia la visita…"

Inicio del relato “Las putas de Dios"
"La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles"
Luis Miguel Rabanal

Eolas Ediciones, 2016

1/6/16

Firma en la Feria del Libro de Madrid


El domingo 5 de junio, por la mañana, de 11 a 15 horas, Ana Grandal y yo estaremos firmando nuestras historias de parejas en la Caseta nº14 de la FAL en la Feria del Libro de Madrid.

Pasaros a darnos amor del bueno. Lo necesitamos. Y unas risas tampoco vendrían mal. Está la vida tan rara... Podemos hacernos unas fotos, tomar sangría, fumar. La hierba detrás de la caseta parece acogedora y qué a gusto se está en la sombra. Nos gusta eso que llaman pecado. Pero lo mejor es la buena charla y el cariño de los amigos. Así que, si queréis, nos vemos por allí.




23/5/16

"MÚSICA DE VENTANAS ROTAS (Un homenaje a John Fante)"

Después de más de dos años de trabajo por parte de Francesco Spinoglio y José Ángel Barrueco, en unos días verá la luz esta antología, MÚSICA DE VENTANAS ROTAS, en la que participo con un relato.

Lástima que el hijo de John Fante, Dan, no haya vivido lo suficiente como para ver acabado este homenaje que, un puñado de escritores en España, hacemos a la literatura de su padre.

Pero el texto escrito siempre queda, y Dan Fante dejó el suyo para este libro.

Muy pronto en todas las librerías.


19/3/16

MI MARIDO ES UN MUEBLE sigue de viaje


En el escaparate de la librería A PIE DE PÁGINA, en Valladolid 
(¡Gran librero Enrique Señorans!)


En la librería Picasso de Granada (¡qué buena gente!)


En el Café-Librería La Puerta de Tannhäuser (Plasencia)
(La casa de Cristina y Álvaro, que también puede ser tu hogar)

¡GRACIAS!

1/3/16

"El amor tiene estas cosas". Un relato de "Mi marido es un mueble"




El amor tiene estas cosas
  
 1.
Ya era de noche y llevaba todo el día lloviendo. El coche se le había vuelto a calar. Aquel claxon regresó repiqueteando con ira en nuestros oídos. Ella miró por el espejo retrovisor. Enmarcado en negro un rostro joven y crispado la quería devorar. Dijo
ya está bien.
Arrancó y aceleró con ímpetu. Cambió de marcha, una, dos, tres veces. Cuando el coche ya estaba embalado, frenó de golpe justo antes de llegar al semáforo verde. El impaciente nos embistió por detrás, y los dos salimos despedidos del asiento. Saltaron las bolsas de aire y el cinturón de seguridad nos devolvió al respaldo con violencia. Tardé unos segundos en volver a respirar. Miré hacia atrás. Una nube de vapor no me impedía ver la cabeza deshecha del joven conductor, asomando por la luna delantera rota. Ella lloraba. Lloraba mucho. Lloraba como para descargar el pesar de mil almas endiabladas. Así es Eva.

Salí del coche sin decir nada y me fui. Intentaba borrar de mi memoria todo el día, convertirlo en pesadilla, ubicarlo después en el limbo de los sueños y darlo por no vivido.
Pero no era posible. Llegué a casa y me di cuenta que no sabía cómo había llegado hasta allí. Estaba sentado en el salón, con un vaso de licor en la mano, frente a la televisión enmudecida, con la gabardina puesta chorreando agua. Cuando la mente regresó del viaje, volvió al rostro de Eva.
Llené un par de maletas con mis cosas y me marché de allí.



2.
Llamó una mañana, enloquecida, desde el juzgado. Me necesitaba. Hacía años que no sabía nada de ella. Solo la recordaba en las comidas con los amigos, cuando ellos me preguntaban. No podían olvidar. Igual que yo. Pero me acostumbré a vivir con el recuerdo recurrente de su voz sedosa, de sus gestos de niña traviesa, y de su forma bárbara de follar. Sobre todo, me acostumbré a no estar a su lado.
Llamó. Necesitaba consejo profesional.
Yo tenía en la mano el billete de avión para un viaje de trabajo, pero no me apetecía viajar. Las esperas en los aeropuertos, el avión, la lluvia. Todo eso me ponía nervioso. Confirmé otra fecha con el cliente y cogí un taxi hasta plaza de Castilla.
La encontré desesperada. Me abrazó y pegó sus enormes tetas en mi pecho. Sus lágrimas calentaban mi cuello. Cerré los ojos y me dejé llevar al pasado. Era como un perrito maltratado que necesitase protección. Otros no lo entenderían así, pero esos otros no hubiesen vivido con ella ni una semana seguida. Yo aguanté tres años.
Busqué una sala vacía y se derrumbó en un asiento. Traje una tila y le ofrecí un tranquilizante. Iba preparado. Se lo tomó y sorbió un poco de tila. Dejó de llorar y compuso su ropa. Se limpió la humedad de la cara con las manos. Estaba deseable, como siempre.
Comenzó a hablar. Muy rápido, sin parar. Intenté marcar un tiempo para facilitar el entendimiento. Pero no quería seguirlo, quería vomitarlo todo, quería hacer un exorcismo interior. Me quedé pasmado. Le pedí que lo repitiese.

Fernán y yo discutimos.
Fernán era, según lo que pude entender, su marido.
Ayer o antes de ayer, no me acuerdo. Era mi cumpleaños.
Yo sí recordaba, era el 20 de diciembre. Ayer. Lo recordaría siempre.
No sé por qué discutimos, seguro que por alguna chorrada. Dijo que me tranquilizase y ya sabes como me pongo cuando me dicen que me tranquilice. No lo soporto. Se encerró en la habitación. No quería salir. Allí tengo yo mis cosas, mi dinero, y él no quería salir. Decía que me tranquilizase. Le grité y no me hacía caso, así que cogí un martillo de la caja de herramientas y golpeé la puerta hasta romperla.

Mi asombro se incrementó. Lo que acababa de escuchar por segunda vez era exactamente lo que antes creía haber escuchado. Mentalmente me dije que, sin duda, eso era posible tratándose de Eva.

El caso es que le amenacé con el martillo y él me empujó contra la cama. Forcejeamos y volvió a empujarme. Me golpeó y salió de la habitación.
Yo sabía que había algo más, pero no quise interrumpirla.
Luego se marchó. Le grité de todo por la ventana y le tiré el martillo a ver si le jodía el coche, que era lo único que quería en la vida. Su puto coche. Después, ya me conoces, lloré y lloré. Hasta que me di cuenta de que era mi cumpleaños y había quedado a comer con la familia. No me apetecía, por supuesto, pero no quería dar explicaciones. Cuando regresé, ya de noche, él me impidió abrir la puerta de casa. Llamé a la policía. Me detuvieron. Estaba acusada de intento de homicidio. El juez de guardia había dictado una orden provisional de alejamiento de Fernán. Además, no podía regresar a mi casa –yo pago el noventa por ciento de la hipoteca–. Había metido a su madre, persona dependiente, dentro de ella.

Eva llevaba toda la noche en el juzgado pidiendo explicaciones. Hasta que recurrió a mí.

Fernán tenía otra versión. Acudió a un centro de salud y salió con un parte de lesiones que decía haber tenido en disputa familiar que incluía malos tratos e intento de homicidio. El juez solo tuvo que comprobar su cara para dictar la orden de alejamiento.
Volvió a dejar transpirar su calor junto a mi pecho. No pude evitar besarla, apretarla contra mí. Ella respondió como recordaba que lo hacía. Nos besamos y besamos y allí mismo lo hubiésemos hecho si no llega a entrar el oficial para entregar el documento de libertad provisional.



3.
Hace seis meses de aquello.
Y ayer, nos volvimos a casar.
Mientras preparábamos las maletas para nuestro segundo viaje de luna de miel, todavía me preguntaba por qué lo había vuelto a hacer. Era ese sentimiento de cobijar un animalito desvalido entre los brazos, de proteger una debilidad que apacigua el alma, de conocer mi destino.  Era que su ingenua ternura me volvía loco, que me armaba nada más sentir su piel sobre la mía, que toda ella era tan desable, siempre tan deseable.
Casado, sí, otra vez, con ella.

Camino del aeropuerto me besó.
Me susurró amor eterno al oído.
Yo no lo creí, pero me daba lo mismo.
Naufragaríamos donde y cuando tuviésemos que naufragar.
Y,
después,

ya se vería. 

Esteban Gutiérrez Gómez, 2015


P.S. Eva existe y la historia, más o menos como la cuento, ocurrió en la realidad.