El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

29/3/14

Me gusta el poemario de Baco, Ardimiento...

porque me siento identificado 
porque puedo apreciar influencias comunes
porque tiene una fácil comprensión
porque no hubiera imaginado nunca un mejor formato/acabado para un poemario
porque lo tengo dedicado

...................................................
"Hoy, por fin , he pagado
la deuda con Satanás
y he dejado de verlos
sufrir por mí."
...................................................
"Así que ya lo sabéis
se subasta un pedazo de alma
para seguir malviviendo."
...................................................
"todos mis poemas
acaban convirtiéndose
en cruces,

    en
    mi 

 propia
  cruz."
..................................................

Y no voy a desgranar más, para que si decides pillarlo, puedas descubrir los poemas completos y degustar el libro por ti mismo/a.




GRACIAS, JAVIER PASCUAL

25/3/14

"Gente simpática" en Literaturas.com

"…este libro está cargado, repleto de verdad y no le hace falta adornarse con metáforas. Se sostiene por sí mismo, sin artificios. Es auténtico…"

Miguel Baquero para Literaturas.com, gracias amigo

 En la fotografía una muestra de esta gente simpática de la que hablo en el diario.

21/3/14

Celebramos el día de la poesía en las bodegas de Aranda de Duero



ARANDA DE DUERO
 Viernes 21 de marzo de 2014

19:00 horas
POESÍA EN LAS BODEGAS II
(BODEGA EL NIÑO DE LA CAPEA)
con
Ángel Petisme
Esteban Gutiérrez (Baco)
Javier Pascual


22:30 horas
FIESTA SIMPÁTICA
(GRAN CAFÉ BOLA 8)

Con Esteban Gutiérrez (Bacø) 
la actuación de las bandas de rock arandinas

THE DISASTER COMEDY y SIMULACRO



Presentación del peomario Ardimiento 
y del diario Gente simpática.



20/3/14

Esta noche "arderemos"


Llevo escribiendo poesía desde el año 2001, en el que volví a la escritura tras un parón de años. Iba formando pequeños cuadernos con  doce, dieciséis, veintiún poemas cada uno. El primero tenía nombre: "Cosas que de verdad importan". Se trataba de vaciarme sobre el papel para alejar los monstruos, de escribir para limpiarme por dentro. Llegué a formar cinco plaquettes. El último de ellos, el que más poemas tenía, se llamaba "No te cortes" y lo escribí durante los años 2011 y 2012. Es el más cañero, porque mi ser interior me pedía rebeldía y no tragar con la basura social y política que, institucionalizada, está pudriendo corazones.

Surgió la posibilidad de publicar esos poemas. No todos, claro, había que hacer una selección. Hice la criba (con dolor) y los clasifiqué por épocas, manteniendo algunos de los títulos de los cuadernos. Con esos mimbres monté una presentación en El dinosaurio de mi amiga Marisol Torres un viernes de mayo de  2013. Era algo especial, porque me acompañó el bluesman Miguel Ángel Cortés. Me apetecía leer con su guitarra eléctrica meciendo los versos, con sus temas refrendando algunos de los poemas (o viceversa). El poeta Gsús Bonilla, que estuvo allí, me pidió el proyecto de poemario y encontró el hilo común que le daba sentido. Los cuadernos cambiaron de nombre y de significado, los poemas se mezclaron formando un ideario y el resultado es este Ardimiento. No se presenta un poemario sino ni una selección antológica de mis poemas. Más metafóricamente hablando (o quizá no, quizá sea la realidad), se presenta una esfera de fuego. 


Jueves 20 de marzo

21:00 horas


Presentación de

ARDIMIENTO

Antología poética de

Bacø

en


calle Ave María, 39

(Metro Antón Martín)



Poetas invitados:


Gsús Bonilla,

Aranxta Oteo,

José Naveiras,

Quino Romero,

Diego Lebedinsky

y +++

17/3/14

Presentación de "Ardimiento"




Queridos amigos:

Es una gozada poder anunciaros la presentación de este libro de poemas llamado Ardimiento. Y lo es porque nunca pensé que llegaría el momento de ver publicado algo de mi poesía y, desde luego, nunca en un formato tan bonito, tan esférico  y con tantas manos dedicándose a darle valor añadido.

Porque Ardimiento contiene una selección de mi poesía y abarca desde aquel primer poema titulado “Cosas que de verdad importan” (2001) hasta la actualidad. Ardimiento más que un poemario es una breve antología poética. Y mi aportación al libro concluye en donar una cuarta parte de vaciamiento para este proyecto literario.

Luego llegó Gsús Bonilla, que se encontró con un cuaderno llamado No te cortes y, con los mismos ladrillos, construyó una casa, con sólidos muros y ventanas que miraban hacia dentro, hacia el calor y la luz que nos anima a vivir, y hacia el rugido de tripas que nos fuerza a protestar, y hacia el ano dolorido de tanta mala follá que nos están dando.

Y todo lo vistió de imágenes Quino Romero, con sus collages imposibles que fomentan la imaginación, como los juegos surrealistas de los atraídos por el sueño. Y la llama, moradísima, del pebetero de la ira, y la misma llama violeta en la antorcha del amor y la amistad, y la misma y poderosa llama en el pecho del ser errante que deambula por el bosque o vaga por las atestadas calles de la ciudad.

 Y aquello, que ya es algo sólido, palpable, lo ordena Rodrigo Córdoba, lo da sentido, lo mira antes siquiera de poder ser visto para transformarlo en libro, con sus hojas numeradas y su aspecto de pájaro de fuego. Y, en el taller  de Peña Ubiña en Vallekas, monta portadas y contras de basto cartón, tinta los sellos y humedece las vistas con una buena dosis de felicidad. Eso sí, con crudos remaches de acero que nos anclan en la realidad.

Así que no se presenta un poemario, se presenta una esfera, algo que no tiene comienzo, ni final, y ni a uno y ni a otro se les busca. Algo difuso producto de muchos corazones, llamémosle energía, llamémosle vida, llamémosle esperanza, llamémosle fuego. 

Porque en Ardimiento un ser llamado Bacø, que me posee y hace feliz a ratos, escribe sobre el papel retazos de su alma, tan oscura y atormentada como la de cualquiera, y tan inquieta, tan vehemente y visceral, tan sumamente humana, que es posible que la lectura transmita el calor del alma.

Ojala se extienda la llama. Ojala me puedas acompañar. 




Jueves 20 de marzo

21:00 horas


Presentación de

ARDIMIENTO

Antología poética de

Bacø

en


calle Ave María, 39

(Metro Antón Martín)



Poetas invitados:


Gsús Bonilla,

Aranxta Oteo,

José Naveiras,

Quino Romero,

Diego Lebedinsky

y +++

14/3/14

El viernes 21 estrenamos primavera con vino y poesía ( y rock y simpatía más tarde) en Aranda de Duero


ARANDA DE DUERO
 Viernes 21 de marzo de 2014

19:00 horas
POESÍA EN LAS BODEGAS II
(BODEGA EL NIÑO DE LA CAPEA)
con
Ángel Petisme
Esteban Gutiérrez (Baco)
Javier Pascual


22:30 horas
FIESTA SIMPÁTICA
(GRAN CAFÉ BOLA 8)

Con Esteban Gutiérrez (Bacø) 
y la actuación de las bandas de rock arandinas

THE DISASTER COMEDY y SIMULACRO

12/3/14

Otro cartel de la Fiesta simpática




Jueves 13 de marzo, 
20:30 horas, 
fiesta del libro "Gente simpática" 
LA ESQUINA DEL ZORRO
Calle Arroyo del Olivar (Vallekas) 

Presentará FELIPE ZAPICO y de tertulianos, hablando de literatura y rock´n´roll tendremos al cantante, compositor y escritor KIKE TURRÓN, al cantante, compositor y locutor de radio CARLOS PINA, y al escritor y locutor JOSE LUIS MORENO-RUIZ, más alguna sorpresa. Después de la charla nos regalan un acústico LILITH (Agnes y su guitarrista, Albert) junto con ALFREDO PIEDRAFITA. Puede que logremos un anticipo de ese nuevo proyecto musical que acaban de anunciar.

11/3/14

Un relato de José Luis Moreno-Ruíz (que también estará el jueves 13 en la fiesta de "Gente simpática")



Un gallego, propietario de un restaurante gallego sito en Madrid, intentó amaestrar a un pulpo, para que grácilmente moviera sus rabas al son de la gaita. Para estimular al pulpo, el gallego, mientras tocaba la gaita, rociaba con la mano libre al animal. Lo rociaba de vinagreta. El pulpo no hacía progresos en el aprendizaje de la danza. Y de tan rociado como estaba, acabó macerado en vida, tierno y sabroso de aspecto. Cuando al fin decidió el gallego matarlo y servirlo en su local, empezó el pulpo a danzar por muñeiras. Indultado por su propietario, buen danzante ya el pulpo, se hizo famosísimo. Tanto que, al cabo de un tiempo, pasó a engrosar las filas de los Coros y Danzas de la Sección Femenina del Glorioso Movimiento Nacional. De ahí ese esparrancarse —mimetismo emocionado— con fétido aroma pulposo y podrido que tenían las mujeres falangistas y danzarinas. El pulpo, buen alumno, aprendió a no cambiarse de bragas, esa condición indispensable que ya hizo de la Reina Isabel la Católica embrujo de marea baja mariscadora en los páramos de las muy nobles y muy fieles tierras de Castilla y de León.

JOSÉ LUIS MORENO RUIZÁngeles en mis cojones, Moreno Ávila, Madrid, 1989, 237 páginas.

10/3/14

"Un libro lleno de verdad...diferente, genuino y de gran calidad." Reseña sobre "Gente simpática" por Miguel Baquero para El Heraldo del Henares


por Miguel Baquero - 09-03-14 
Gente simpática 
Esteban Gutiérrez/Baco 
    Confieso que, cuando el autor me hizo llegar este libro (con un fuerte abrazo, como acostumbra él a puntualizar), la acogida por mi parte fue bastante escéptica.
   
    Como me explicó, Gente simpática se asentaba sobre una base bastante sencilla: hace algunos años, E. Gutiérrez, junto con el también escritor y cuentista Patxi Irurzun, tuvieron la idea de pedir a la gente del rock que les escribieran relatos; relatos que posteriormente se reunirían en un volumen titulado Simpatía por el relato: Antología de cuentos escritos por rockeros.
   
    Pues bien, este Gente simpática (The Sympathy Tour) era la crónica de cómo, una vez dicha antología de relatos salida de imprenta, los autores organizaron una especie de gira, muy parecida a las musicales, por diferentes ciudades de España para dar a conocer el libro, siempre con la ayuda de algunos de los autores de los cuentos y otros músicos amigos, que o bien daban conciertos (eléctricos a veces, otras acústicos, dependía de la sala) o bien subían al escenario a leer su relato.
   
     “Gente simpática” se adornaba con un cuadernillo central de fotos y… bien, como decía, cuando el autor me lo entregó no pude dejar de pensar que no era más que un libro de circunstancias publicada a mayor (y única) satisfacción de los intervinientes.
   
    Sin embargo, uno nunca aprende. Es más, cuántas veces me ha ocurrido que los libros en apariencia más sencillos esconden magnífica literatura… y viceversa, que los libros más aclamados a mí dejan frío por completo.
   
    Pero sobre esto habría mucho que contar y ahora estamos con Gente simpática, el libro de Esteban Gutiérrez. Apenas comencé a leerlo, advertí su estilo sencillo (que no descuidado), conciso, directo a la verdad sin entretenerse en retóricas.
   
     Quizás porque (es lo segundo que uno advierte) este libro está cargado, repleto de verdad y no le hace falta adornarse con metáforas. Se sostiene por sí mismo, sin artificios. Es auténtico desde las palabras iniciales de Irurzun, el otro antologuista del libro que originó todo esto: “Todavía sigo tocando la guitarra eléctrica con una raqueta de tenis”.
   
    De la misma manera sincera, y sin cloquear ni infatuarse de nada, toma la palabra poco después Esteban Gutiérrez para contar al lector que él llevaba, en sus tiempos rockeros de juventud y con el seudónimo de “Baco”, un programa de radio en el que se sentía pleno, pero la vida poco después, con su búsqueda de una seguridad laboral, con sus obligaciones familiares y todas esas cosas tan serias, le obligó a estabilizarse (o a estabulizarse) y dejar aquel viejo seudónimo de “Baco” para, todo lo más, sus incursiones literarias.
   
    Hasta que la idea de hacer una antología de cuentos escritos por rockeros le hizo desempolvar por completo aquel viejo alias y colgárselo al cuello con todas sus consecuencias.
   
    En otras circunstancias, la crónica de la gira de presentación del libro habría sido un mero censo del mundo del rock subterráneo (o alternativo o suburbial, todo sea dicho sin ánimo de ofensa), una especie de “pasar lista” que no tendría mayor interés.
   
    Pero es precisamente esa vuelta de Baco, esa ilusión, ese asombro renovado, ese entusiasmo —que no por nada decían los antiguos que era “el toque directo del dedo de los dioses”— que embarga al autor lo que hace de este Gente simpática un libro diferente, genuino y de gran calidad.
   
    Porque el autor sabe comunicar su arrebatamiento al lector, compartirlo con él, y gracias a eso es que contemplamos a los rockeros que van subiendo y bajando del escenario con esa admiración que se merecen, como tipos que no han renunciado a la verdad “báquica” y no les importa sobrevivir con lo mínimo, pero con la seguridad de no haberse traicionado.
   
    Es por esa fascinación bien transmitida por lo que devoramos cada uno de sus gestos, de sus palabras, de sus risas, admirados todavía, como el autor, de que nos hayan permitido compartir esos momentos con ellos…
   
    Nadie piense, sin embargo, que todo se reduce a un estúpido y prolongado “momento fan”. Si de algo, pese a todo, le ha servido a Esteban Gutiérrez/Baco su estancia de tantos años en el mundo digamos “reglado” es para retornar a su fiebre juvenil casi olvidada con el pleno convencimiento de lo que está haciendo.
   
    No deslumbrado ni hipnotizado por la figura del tipo que se sube un escenario algunos metros por encima de nosotros y nos puede parecer un gigante. Al contrario, el autor conoce lo que es la realidad: la dureza de los viajes, el comer de menú; de vez en cuando, por ejemplo, echa un ojo al puesto de libros que hay a la entrada y sabe que no se están vendiendo como él querría, tiene miedo a veces de entreabrir el telón antes de un concierto y contemplar la sala vacía, sabe, incluso, que hacia el mismo Irurzun a quien ahora abraza de la forma más amigable pudiera sentir antipatía o algo así si tuviese que convivir demasiado con él, porque así pasa a menudo en la vida…
   
    No, el autor no engaña a nadie, no edulcora nada, en ningún momento carga las tintas en sentido positivo.
   
    Todo es verdad en este libro: la admiración del autor por el mundo que describe, su pasión, también su estilo y por supuesto esos instantes de poesía: no veía el momento de traer aquí este fragmento, escrito con ocasión de un viaje de la gira, cuando el autor se detiene un momento y mira en torno a la naturaleza:
   
    …Mientras fumo me acuerdo de esos otros espectáculos naturales, del mal embravecido que recarga mi alma de energía, de puestas de sol sobre el agua que me invitan a cumplir los sueños por la noche, de tardes de lluvia que tienen la facultad de abrirme los pulmones y meterme saudade por los ojos, de bosques de umbría en otoño, capas de colores, hayedos, que me colman de misterio…
   
    Soy un lector afortunado. En poco más de un mes me he tropezado (esa es la palabra) con dos libros magníficos: El corazón de la besana, que reseñé en este mismo diario hace poco, un recorrido por las costumbres más genuinas del Sudeste español, y ahora este Gente simpática, ambientado en el mundo del rock irreductible.
   
    Ambos son libros cargados de verdad que apenas si llegaran a leer unos pocos, pero estoy seguro de que todo iría mejor si fueran estos libros lo que ocuparan los escaparates y no tanta novela de imberbe o tanto manual tontorrón de autoayuda.
   
    Miguel Baquero
   
   
    Ficha técnica:
   
    Título: Gente simpática (The Sympathy Tour)
    Autor: Esteban Gutiérrez Gómez/Baco
    Edita: Ateneo Obrero de Gijón (colección Zigurat)
    220 páginas 

Quiero dar las gracias en público a Miguel, no solo por la reseña y por el apoyo que siempre me ha mostrado, sino por haber sabido ver que la historia de Baco es la que sustenta el libro fuera aparte de las intimidades en los conciertos y presentaciones o las anécdotas de cómo se gesto este proyecto de cuentos rockeros. La historia de Baco, un joven que lo tenía todo sin tener nada, simplemente haciendo lo que le gustaba hacer, y que dejó escapar aquella felicidad para poder sustentar una familia, creándose obligaciones y deberes inexcusables, para dejar atrás, en el pasado, al personaje que desentierra en "Gente simpática" y que es en verdad quién le da la vida, quién le otorga fuerzas ahora para seguir adelante, para luchar y conseguir sus propósitos, que ya no son "ser más y mejor", sino saber disfrutar del camino, sea este el camino que sea. Esa es, en palabras de Miguel Baquero, "la verdad".

7/3/14

Otoño: Un poema de "ARDIMIENTO" (la ilustración es de Quino Romero)



OTOÑO

He salido
un rato
a fumar
a la calle.

Llueve,
no mucho,
pero llueve,
y empieza a oler
a otoño.

He sonreído
y luego
he cerrado los ojos
para respirar        mejor

ese olor

a libertad.

6/3/14

Un relato de Kike Turrón (el jueves 13 estará con nosotros en la Fiesta del libro "Gente simpática")


Sus muertos 

La muerte siempre sorprende en su llegada. Al que le toca apenas se da cuenta, imagino que la famosa luz no existe, que las lagrimas no salen y que hay mucho dolor y a tomar por culo. Sin embargo a los que nos quedamos, siempre nos cae alguna gota... Otro irremediable tópico relacionado con el tema: a más mayores somos, más muertos en la triste lista de nuestra memoria, mejor describe esto Julio Cortázar al escribir que más allá de los cincuenta años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes. Unas veces sin esperarlo, otras lo veíamos venir, quizá luchando con enfermedades o también los malos hábitos en nuestra vida, transmisiones genéticas, mal humor, preocupaciones. De hostias en vehículos la muerte sabe mucho, de accidentes laborales, de suicidios. Se las sabe todas. La muerte siempre va arando la tierra, a su ritmo, y las penas, penitas, penas, ocurren aunque no pongas la tele y no las veas. Querido Julio, a los cincuenta años debe ser ya la hostia mirar a nuestros muertos.
El otro lunes subía a la parada del bus del pueblo, era temprano en la mañana, Febrero. La gente se dejaba caer de a poco y no muchos, traían el frío en sus abrigos y el sueño en sus ojos. Como no suelo madrugar, cuando lo hago disfruto plenamente del espectáculo. Suco, mi vecino, subió con el goteo, venía flaco y desencajado. Así se ha pasado los dos últimos meses, con el aspecto que muestra una candela al día siguiente de su arranque. Era de los pocos que parecía ir sin frío, sin sueño, los ojos muy abiertos y más hundidos, sin dinero y sin pereza, creo que el único ¿Donde vas tan temprano?
Iba al tanatorio. Su chavala, la Angie, había palmado ese fin de semana. Lo dijo sin más, sin el tono sentido o profundo que se espera en este tipo de noticias, que suelen servirse con guarnición de ruinoso gesto. Se sobó mientras conducía y un camión se la tragó, estaba tomando muchas pastillas, una medicación severa. Mi vecino no tenía aún la blandengue pena que se queda en la expresión cuando la muerte llega, más bien lo contrario, tenía dureza en las arrugas de su flaco careto, a la muerte no le había dado realmente tiempo a hundirle el rostro en el inútil fango de la pena, pero lo hará, al tiempo.
Llevaban una temporada separadillos, con una crisis de pareja. Ella iba y venía mientras que a él se le veía poco fuera de casa, a lo sumo le escuchaba silbar a sus perros por la noche, para que se recogiesen. Al ser vecino suyo me había tragado sin quererlo parte de sus movidas: los golpes, voces y algún cristal roto, eso cuando se enfadaban, porque sino allí estaban Kiko Veneno o Triana sonando en el jardín para las mañanas de amor y sol. Habitualmente no me gustan los vecinos, pero con estos había buen rollo, quizá porque a ellos tampoco les gustan nada los vecinos.
Antes de la navidad habían tratado de limpiarse de una vez por todas. Me había contado Angie que ambos ya estaban cansados de arrastrar su civilizada adicción, en otro tiempo huracán desbocado de aguja y heroína. Tenían el plan trazado de mutuo acuerdo, uno iría al tratamiento primero y la otra después. Así lo hicieron, Suco marchó un buen día sin hacer nada de ruido. A los quince días de su voluntario viaje a la habitación de algún centro de ayuda al toxicómano llegó una carta al buzón. Como lo compartimos, no pude evitar leer una nota que Suco había escrito en el sobre, decía: date prisa cartero, que esta carta es para la mujer que más quiero. Dejé la carta en su sitio, se quedó allí dos días más sin que nadie la recogiese. Enternecedora poesía que me hizo pensar que la cosa iba bien, aunque Angie tardó en abrirla. Luego la tocó a ella partir camino a la teórica vida sana que imparte la seguridad social, y desapareció una temporada. Suco estaba muy activo en esos días de soledad e incipiente vida sana, serían los efectos de la medicación o querer reordenar definitivamente su vida y su jardín, no sé, pero no paraba de hacer cosas. Le veía desde mi ventana.
Al poco de venir del hospital, una mañana que Angie me pidió papel de fumar, me contó bastante molesta que él se estaba poniendo otra vez.
Angie tenía el sida desde hacía tiempo pero apenas se le manifestaba. Ella se había quitado de verdad esta vez, decía, para poder ver a su niña, que ya tenía casi diez años, crecidos a golpe de orfanato, porque la tutela no era suya desde hacía ese tiempo. La pequeña también era portadora de los bichos, nació con ellos. Así que Angie había empezado a mear en un bote desde su desenganche. Voluntariamente había estado ingresada con el fin de demostrar que era una madre responsable con capacidad para poder ver a su hija una vez al mes, que es lo que la tocaba si era buena. Su meado en un bote era la prueba que el estado exigía. Así sería el proceso, hasta que un buen día se pudiese hacer cargo de ella.
Angie tenía carácter y nombre roquero donde los haya, tenía dos ojos claros y profundos, aunque uno no funcionaba y te miraba así, muerto, pero más azul e inquietante que el otro, el que funcionaba. Luchaba por tratar de no ponerse, quizá poco, o mucho, quién sabe.
Mi vecino, su chaval, Suco, también tiene el bicho y se pone y lucha por no hacerlo. Me dice, antes de que haga su entrada en el pueblo el autobús de línea, que nadie reclamó el cuerpo de su chica en todo el fin de semana, que le habían avisado el domingo pero que era tarde y ya no salían buses a la ciudad y que bajaba al tanatorio este lunes tan frío, que haber que decía el médico forense: o accidente o suicidio o negligencia o quién coño sabe. Esos secretos que uno se lleva a la tumba o ese camello que da el empujoncito, o ese tratamiento antiansiolitico para elefantes, todo el muerto en manos del forense. Aún no había ocurrido para Suco aquella muerte, o quizá le había ocurrido tantas veces que ya no le hacía el mínimo daño. No mostraba sentimiento alguno, nada perturbado.
La muerte no para de pasar su rastrillo por la tierra, no para de separar paja de grano, con su tridente, lanzándonos una y otra vez al cielo para finalmente caer al suelo de los vivos o irnos en el aire, volando, para volver nuevamente a otro montón, el montón de los muertos. Como este autobús verde que se lleva a la peña a la ciudad, unos arriba, otros abajo y vuelta al principio. Cierra la puerta y se pira.
Juanito murió en las escaleras de la puerta del Bowie, un bar del barrio, de farloperos, de los que más tarde cierra y donde la música solo es excusa para que no se escuche el lamento de la clientela que entona el bucleado estribillo del dame una última copa, ponme una última raya, dame un primer beso. Yo no estaba allí cuando ocurrió. Me contaron que fue una bronca tonta en la calle, en la puerta del garito, a última hora de la noche, un mal golpe con el escalón en la cabeza y fuera de juego. Juanito era pequeño y su cuerpo no era el de un gimnasta. Juanito era pequeño pero mayor que yo, más de cuarenta. Juanito tenía los días contados desde hacía años, también tenía el sida y luchaba a su manera por llevarlo, simplemente eso, no tenía otra. Tenía épocas que se desbocaba, muchas, seguro que no le sentaba bien para lo suyo el ponerse guarro, pero seguro que tampoco le sentaba bien el irse cada mañana a Merca Madrid a descargar camiones de fruta para sacarse pasta. Juanito vivía con su madre, que ya sabía de las andanzas de su pequeño. Creo que Juanito era de una quinta parecida a la de Angie, estoy seguro. El caballo había golpeado duro cuando ellos tenían de dieciséis a veinte años, compartían todo al principio y todo compartieron al final.
Juanito se hinchaba o deshinchaba según la medicación que le pusiesen en el hospital. Se la cambiaban según avanzaba la ciencia y la convertían en pastillitas. Cuando él se desmandaba harto de la ciencia, en brazos de la medicación que a él le gustaba, estaba muy bien, más flaco, pero bien. Pero claro, esos pasotes químicos le pasaban una factura mucho más fuerte que a ti o a mi. Cuestión de defensas. Alternaba con cierta rutina la medicación de hospital, el tratamiento del suyo, el cambio de tratamiento médico, más medicina de la suya, y así por meses.
Fuimos al entierro de Juanito unos seis u ocho del barrio, en el cementerio de La Almudena. Juanito me contó una vez que en las noches más calurosas del verano se podían ver los fuegos fatuos de los muertos en este tremendo cementerio madrileño, que él había visto esas ánimas al pasar en coche desde la carretera que transcurre al otro lado de la valla de ladrillos que acota al camposanto. Juanito había visto y hecho muchas cosas y otras se las habían contado y ya eran suyas y por tanto las había hecho y en consecuencia las contaba.
Estaban también en el entierro la madre y los hermanos y algunos familiares más. Lloraban y lloraban pidiendo al cielo alguna explicación, la piel reblandecida por tanto llorar. Más practico un hermano, que en vez de preguntar a dios, nos decía que si sabíamos algo de quién había sido el de la pelea, elucubrando una venganza. Llegó el enterrador, metió al Juanito en el nicho y se acabó su trabajo. Otra plañidera aguardaba un poco más allá despidiendo a otro y esperando turno para poner cemento y ladrillos de por medio. Nosotros habíamos puesto un casete a pilas en el suelo y cuando terminó el lamento familiar le dimos al play. En el barrio rezamos así. Sonó durante breves segundos una canción suya, el "abuelito", Juanito cantando con los Huevos Canos. Se paró de pronto, la cinta no corría. Mierda, pensé, este Juanito, hasta muerto tiene que hacer este tipo de cosas. Media vuelta a la cinta, un par de golpes al loro y la otra canción de Juanito. Esta sí: “hay gran expectación, en este alcantarillado, hay una reunión, entre ratas y gatos, debatimos la cuestión, orden del día hacer un alto, estudiar la situación y atraco al supermercado”. ¡Que os den por culo, muertos de asco! Pensé que pensaría Juanito, que odiaba convencidamente la religión y que miraba a la muerte sin temor. Esta es la que prefería y esta sonó.
Algunos canturreamos encima, para nosotros, bajito, otros lloraban, le dejaron unas flores. Juanito cantaba desde el desvencijado loro a pilas, entre los cachitos de cromo y hierro. La familia nos miraba en silencio, creo que la madre estaba orgullosa en cierto modo porque hubiésemos venido a darle el último adiós a su hijo, aunque nuestras formas no fuesen cristianas. Tampoco se podía agarrar a otra cosa en su particular naufragio emocional. Terminó la canción, nos dimos mutuamente una lánguida despedida y los del barrio nos piramos al Stop, el bar del barrio, a tomar unos botellines y fumar a la salud del ausente.
Tocar con Juanito en Huevos Canos era una odisea. Fuese ensayo o directo siempre le perseguía una ruidera de malos circuitos, soldaduras mal hechas, cables machacados, pilas gastadas, jacks torcidos o transformadores a punto de petar. En ocasiones compartíamos guitarra porque su escombrera no respondía y cuando llegaba mi turno, no me la dejaba. Le decía: Juanito, esta es la mía. Me hacía un guiño picarillo y descarado, como diciéndome, ¿me dejas tocar esta aunque sea por esta vez? Pero sin interrogaciones. Algunas veces se la dejaba, otras no. Juanito me provocaba en esas ocasiones lástima, por que se iba a morir por lo del bicho, claro que otras veces, como cuando se metía su loncha y otra por la cara de una ronda, pues no tanta lástima.
La muerte no sorprendió a Angie y Juanito, se adelantó, estaba al acecho con ellos y los atrapó con el rastrillo antes de tiempo, del tiempo contado que les quedaba. Nosotros aquí seguiremos, atentos al rastrillo que se balancea sobre nuestras cabezotas. A mi, ponedme también una canción alegre cuando deis al play, que a las flores las tengo alergia.

Kike Turrón

Del libro de relatos "Al domador se lo tragaron las fieras"

4/3/14

Fiesta simpática


Para el jueves  13 de marzo hemos montado una fiesta en la librería vallekana LA ESQUINA DEL ZORRO. Presentará FELIPE ZAPICO y de tertulianos, hablando de literatura y rock´n´roll tendremos al cantante, compositor y escritor KIKE TURRÓN, al cantante, compositor y locutor de radio CARLOS PINA, y al escritor y locutor JOSE LUIS MORENO-RUIZ, más alguna sorpresa. Después de la charla nos regalan un acústico LILITH (Agnes y su guitarrista, Albert) junto con ALFREDO PIEDRAFITA. Puede que logremos un anticipo de ese nuevo proyecto musical que acaban de anunciar.