Un sueño. Un auténtico sueño. La luz tamizada que se filtra por entre las rendijas de la persiana. La voz aterciopelada de un clarinete. Y ella que no deja de mostrarme su bonita geografía. Está mirando por la ventana, tras las lamas de madera. Ella está mirando, y yo la estoy mirando a ella. Desnuda, de pié, con sus piernas ligeramente cruzadas y sus glúteos que me imantan. Hay algo más en la habitación, pero no puedo dejar de mirarla. Hace unas horas dormía junto a mí. Hace un instante me dijo que ya no era lo mismo. Un sueño. Un autentico sueño. No recuerdo si anoche llegué con alguien a casa o no, pero hace mucho que regreso solo. Un sueño. No me atrevo ni a levantar la voz, ni siquiera para decir: “no te marches nunca de aquí.”