12. “A la espera”, de Forraje
“Poco a poco Lucía y yo vamos más cerca del escenario,
metiéndonos como serpientes entre la multitud, buscando sendas escondidas,
hasta que damos con Marta y Charly y un puñado de gente que se acerca a chocar
su palma con la mía y a gritarme al oído cantidad de cosas que no llego a
escuchar. Todo son felicitaciones por el libro, creo, y las charlas largas las
resuelvo levantando la cabeza y guiñando un ojo. Más tarde hablamos, digo haciendo carrete con el dedo índice sobre
mis labios. Forraje van a tocar hora y cuarto, no mucho más, porque la Sala Nasa no quiere
ruido después de las once y media. Ruido, tiene huevos. Están llegando los
últimos temas, la traca final, y cada
vez disfruto más del concierto, botando, sacando a relucir la guitarra
invisible que todo rockero aloja en la entrepierna de su pantalón vaquero.
Juancho acaba un tema que él mismo ha cantado y Fernando, el nuevo bajista,
sube a hacer dos temas. Está algo acojonado, pero apunta buenas maneras. Luego
vuelve Juancho a coger el bajo .
Vuelve y suenan los primeros acordes de “A la espera” y el público empieza a
gritar. Suben al escenario para cantar con el grupo algunos de los amigos, como
Chencho y Tato, y el espíritu de siemprefiesta
sobrevuela la Nasa. “A la espera” la compuso Juancho en el año 1988 para Tropo, su
anterior banda y la grabaron en el primer disco de Forraje cantada por El Drogas. Todos los asistentes, todos
incluido yo, cantamos aquel puto estribillo y nos dejamos llevar por la melodía. La cosa se
anima y más gente sube al escenario, unos para hacer fotos, otros para cantar con
el grupo en un tema que todos coreamos, una versión intensa, interminable, de
“Forraje”. Cuando el tema se acaba, el grupo rodea a Juancho y le hace dar un
paso hacia adelante, para que recoja todos los aplausos y todos los vítores que
ahora mismo estallan en la
sala. Pero no ha acabado el concierto. Estamos cerca de las
once y media y la gente pide un bis, lo exige, “A la espera”, el himno de la banda. Forraje sale
de nuevo al escenario para poner el broche final. El público canta y la banda
deja cantar. Marta me abraza mientras cantamos, mientras bailamos. Carlos hace
lo mismo, hasta que todo acaba y se encienden las luces de la sala. Tengo los oídos
llenos de rock y sudo como un corredor de maratón. En resumen: un concierto de
la hostia.”
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