BONUS TRACK
“A las ocho de la mañana ya estoy en la
carretera, superando el atasco de la salida de Madrid. Cada
uno de mis meñiques luce un anillo, llevo el fular al cuello y de él pende mi
guitarra de acero dorado. Suena en el radiocedé del coche lo último de Barricada . La tierra
está sorda me ha dejado flipado. A pesar de que lleva más de un año
rulando, no había escuchado el disco hasta hace unos días. No me extraña que
Kutxi Romero me dijese que El Drogas estaba deseando leer todo lo que tuviese
que ver con la guerra civil. El poeta leonés Abel Aparicio le habló del colibrí y Kutxi me pidió un ejemplar
para hacérselo llegar a El Drogas. Lo mismo me ocurrió con Dani Sancet, que vio
que en el prólogo hablaba de un mítico maqui, Florián García, apodado Grande, y
me dijo que El Drogas debía de leerlo.
Me preocupa que no se entienda lo que he
querido transmitir con El colibrí blanco. El libro ha llegado a muchos sitios, pero no
tengo respuestas. Queda mucho camino para alcanzar la paz en este país. El colibrí blanco muestra unos hechos en
los que toda la acción gira en torno a un personaje humano. He huido de grupos,
de facciones, de cualquier tipo de asociación para mostrar un sentimiento de
hombre. Un hombre con sus fortalezas y debilidades, con sus pensamientos y su
conciencia que siendo un asesi no un
día tiene una debilidad y esa debilidad le lleva a tener más, de tal modo que
cambia su suerte y se hace presa del miedo que intentaba evitar. Lo que se
muestra en el colibrí no es otra cosa
que la lucha interior de un personaje que aparenta ser una cosa y es otra. Esa
lucha que no conoce nadie, ni su propia familia, ni sus mejores amigos, saldrá
a la luz más de cincuenta años después de cuando sucedieron los hechos, y
cincuenta años después las cosas no han debido cambiar demasiado, porque se
decide tapar el asunto. El resultado es que después de tanto tiempo, todavía
existe ese miedo inserto en muchos corazones y la barbaridad humana se hace
presente. La guerra habrá acabado, sí, pero aún hoy el temor continúa.
Así que, mientras más a la izquierda dicen
que hago héroe a un facha, más a la derecha dicen que se ve que mi corazón es
subversivamente rojo. Rojos y fachas, como entonces. Y nadie entra a valorar
por qué suceden las cosas, ni por qué todavía nos domina el miedo.
Algo de niebla cubre el valle a los pies de
Navacerrada ofreciendo un
espectáculo de mar de nubes brillantes. Paro en la subida al Alto del León y me
fumo un cigarro disfrutando de esos pocos momentos en los que la naturaleza te
ofrece de modo impagable algo que escapa a la acción del hombre. Este viaje
tiene algo de eso, porque busco también los bosques de castaños de El Bierzo en
otoño, y los pámpanos rojos de las viñas de uva mencia, las vides más antiguas
de España, muchas de ellas de época romana. Quizá sea tarde y todo esté ya
pelado por el invierno. Mientras fumo me acuerdo de esos otros espectáculos
naturales, del mar embravecido que recarga mi alma de energía, de puestas del
Sol sobre el agua que me invitan a cumplir los sueños por la noche, de tardes
de lluvia que tienen la facultad de abrirme los pulmones y meterme saudade por
los ojos, de bosques de umbría en otoño, capas de colores, hayedos, que me
colman de misterio.
Reanudo el camino.
No llueve, todo lo contrario, hace un sol débil, bonito y esperanzador, aunque
el termómetro del coche marca solo seis grados. Sigo con los Barri (Fecha para no olvidar ¡22 de mayo!) por
los campos de Castilla.”
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