Reseña publicada en la Revista Literaturas.com
Que una editorial cumpla diez años es motivo de celebración. Diez años de supervivencia son muchos en la selva editorial, máxime cuando esa editorial se presenta en el mercado como «fuera de rango», a la búsqueda de todo tipo de creadores en todos los ámbitos de trazo gráfico, amén de ofrecerse como bisagra o puente entre las letras francesas y las españolas.
Si, además, esa editorial da cabida al cuento entre sus prioridades de publicación (con bastante éxito, por cierto. «Cuentos del Jíbaro», de Gracia Armendáriz, es un buen ejemplo) y desea celebrar esos diez años de su existencia con un libro de narraciones breves, empatizo sobremanera con ella. Ella se llama Demipage, la editorial de la media página.
Y, como ocurre siempre que leo una antología de relatos, descubro autores que me sorprenden, o se confirman prosas poderosas, o se producen estrepitosas caídas al vacío de las que no hablaré.
Bajo el argumento común de hacer aparecer una bicicleta en los textos, treinta autores que conformarían la mejor selección literaria del mundo se lanzan al papel. Antonio Muñoz Molina demuestra el porqué de sus reconocimientos, y me hace recordar las sensaciones que aquel «Invierno en Lisboa» me produjo hace tanto tiempo. Lo mismo ocurre con Marta Sanz, ella sí sabe guardar el secreto hasta el final. Y se me hacen visibles nombres propios a seguir en el futuro, como Guillermo Aguirre, Lola Huete, Andrés Rubio, Sara Mesa o Marta Caballero. Reconozco mi ignorancia, a caminar se aprende caminando. Lo mismo ocurre con el saber equilibrase cuando se monta en bicicleta.
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