El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

9/10/12

John Irving, "Last Night in Twisted River" (La última noche en Twisted river)

Cuando John Irving me deslumbró apenas hacía unos meses que la literatura había entrado en mí. Yo estudiaba segundo de bachillerato, tenía 16 añitos y una profesora un poco cabrona (y brillante y rara y completamente barral) insitía en darme a conocer lecturas que le estaban flipando (a nadie allí le extrañaba que completamente barral flipase). Por entonces (curso 79/80) estábamos en aquel instituto de San Blas con nombre de escritor cachondo y bohemio (Quevedo) que era la sede de la Joven Guardia Roja, ocultaba una plantación de maría en los gimnasios y preparaba a un grupo de indocumentados para hacer callar al mundo con su versión punk de Jesucristo Superestar. En este contexto algo alucinógeno llegó a mis manos El mundo según Garp.
Tardé dos semanas en acabarlo y me pareció un novelón. No me impresionaba tanto la trama como desentrañar cómo estaba construída la novela. Y eso que mostraba una familia ”rara", una especie de contradictorio canto alegre a la desesperanza y un mundo completamente alocado y onírico. Me permiten la grosería, pero me parto pensando en Murakami (Irving hace lo mismo desde hace cuarenta años).
El otro día, hace una semana, no más, fui a la biblioteca y saqué el último libro de Jonh Irving, La última noche en Twisted river, y más o menos volví a flipar. Habían pasado más de treinta años y los argumentos del autor seguían siendo los mismos: la amistad, la familia asocial (familia de amigos, relaciones imposibles, amantes de más de un ser a la vez), el honor o cómo se llame, la ironía al tratar los asuntos del mundo, el poder sanador de saber reirse de uno mismo. Todo volvía a aparecer. Por un lado deduzco que el bueno de John encontró el filón de su mina literaria hace muchos años y todavía no se le ha agotado. Por otro su avance en la vida es nulo, igual que el mío, por lo que se refiere por ejemplo a la música que me sigue gustando (y más excactamente hablo de AC/DC) o la actitud frente a la sociedad. Sea como fuere, me gustó volver a leer a Jonh Irving.
Eso, más o menos, es lo que tenía que decir, pero antes no se entendía.

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