El lenguaje de los puños
(Antología crítica de la poesía de David González)(Volumen
1)
Edición de José Ángel
Barrueco
Ed. Origami, 2014
Para mí siempre es gozoso leer un libro de
David González. Todo lo que el poeta de San Andrés de los Tacones hace me llama
la atención, no es un escritor que me deje indiferente, y eso cuando no abre
nuevos caminos en la literatura, en la forma y en el contenido. Así que estaba
deseando abrir las tapas de este El lenguaje de los puños, de bucear
en el interior y saborear lo que me pudiese ofrecer.
Este primer volumen de antología crítica de la poesía de
David González abarca las tres primeras obras poéticas del autor gijonés con
transcendencia en lo que a reseñas se refiere (les anteceden dos poemarios Ojo de buey, cuchillo y tijera y Nebraska
no sirve para nada, que no se
contemplan para esta antología).
Así
pues las críticas recogidas se refieren a los poemarios El demonio te coma
las orejas(1997), Ley de vida(1998) y Sparrings(2000). Como
bien explica el escritor José Ángel
Barrueco en el prólogo,
la novedad consiste en incluir poemas tras cada reseña, poemas que han sido mencionados
en la misma o que pertenecen al libro reseñado. Por cierto, que la colaboración
de José Ángel Barrueco para la
edición de este libro se me antoja
fundamental, imprescindible.
Me ha durado dos viajes, un par de horas. Todo ha ocurrido
deprisa, apenas sin darme cuenta ya lo había acabado de leer. Así que lo
primero que puedo decir de este libro es que es muy entretenido, que la mixtura
de crítica y textos ha sido un acierto porque el libro es muy ameno. Luego
observo que de la lectura se desprenden un buen puñado de reflexiones, como
comprobar la ruptura que supuso la poesía de David en el mundo poético de
finales de los 90 (hablo, lógicamente, del siglo pasado) o la estigmatización y
el tratar de encasillarlo (sin conseguirlo) por los círculos poéticos más dogmáticos
de la época. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y las críticas de santones
visionarios se han demostrado equivocadas. Por no hablar del desprecio de los poetas instaurados en el “machito”, que oteaban el peligro de lo que les venía encima
por entonces y, viendo que David emergía con fuerza y a pecho descubierto en la
poesía, temieron el descabalgamiento y, si antes lo apoyaron, luego intentaron
derrotarle.
Por último, quisiera hacer dos aseveraciones: los que hayan
leído a David González sentirán el impulso casi irrefrenable de volver a leer
estos tres libros (a mí así me ha ocurrido) y obtendrán una nueva perspectiva
de la lectura, mucho más enriquecedora, lo que dice mucho de esta antología
crítica. Por otro lado, para aquellos otros que no conozcan la literatura del
autor gijonés o no hayan podido leer estos tres libros criticados, será la oportunidad para conocer los orígenes
del movimiento poético de “no ficción”.
Dejo para cada futuro lector el resto del análisis, siempre
redundaría con las palabras de Barrueco al respecto escritas en su prólogo,
pero quiero añadir una confidencia, quiero mostrar cómo llegué yo a la poesía
de David González (bastante más tarde, por cierto).
Tengo un amigo que, como yo, a base de estudio
(preuniversitario, carrera, oposiciones y formación interna) dejó la cartera de
reparto a un lado y ascendió hasta ser un cargo importante en el servicio
postal. Siendo quien por entonces era, nos unía el sentirnos parte del barro,
el saber que lo conquistado por esfuerzo no nos hacía olvidar lo que fuimos, lo
que disfrutamos ser. Este amigo se llama Bernabé, y teníamos por aquel entonces
el gusto de charlar con un vino o una cerveza en la mano sobre la vida, sobre la
música y sobre la literatura, un corte sano, necesario, en las largas jornadas
de trabajo de aquel “convento” que
era el Centro Directivo que empezaban a las siete y media de la mañana y que
nunca tenían fin. Bernabé es un entusiasta de la literatura del este, me descubrió
a Shalamov y a Ismail Kadaré, a Imre Kertész, a Adam Bodor, y a Ivan Klima. Como con las almas gemelas suele
ocurrir, empatizamos, y le di a leer algo de lo mío, por entonces poesía, muy
triste y muy humana, tan humana que reflejaba mi propia vida. Le gustó e
inmediatamente se acordó de algo. Me sorprendió entonces con un libro de un
autor español que yo no conocía y que él comparaba con Karmelo Iribarren. Sí,
aquel autor era David González y el libro que me dio a leer se titulaba Algo que declarar. Hablamos del año
2007. Desde entonces mi admiración.
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