Pistas ocultas
24. Black Horde
“Cruzamos la Rua y
otro amigo se acerca. Me lo presenta, es Eduardo Fidalgo, más conocido por
“Layla”. Iba a comer cuando se ofrece para tomar una cerveza mientras nosotros
tomamos un café. Vamos a la Taberna Madrid. El bar es muy moderno y saben que
cuando pides un italiano estás pidiendo un italiano. Charlamos. Empiezo a darme
cuenta de que tanto Zapi como Layla son unas instituciones en el arte de saber
vivir a tope. Comentan muchas cosas de sus vidas y surge el nombre de Julio
Llamazares, otro gran vividor. Tienen buena conversación y la tertulia es agrada ble. A Layla las cosas no le van como él
quisiera, pero no se amarga por ello.
Salimos del Madrid
en busca de unas copas. Son las cinco de la tarde y el Soho acaba de abrir.
Layla olvida su comida y no sé qué más y se viene con nosotros. Pido un Jack
Daniels solo con hielo. Hace años que no lo tomo pero me apetece. Layla nos
dice que cuando tenía el bar (o pub, no lo recuerdo) bebía una botella diaria
de Jack Daniels. Ahora sigue con la cerveza. Van desgranando historias de aquellos
años de juventud que a todos nos marcaron, de cómo fueron haciendo una ciudad
alternativa a lo que las instituciones les ofrecían, de aquellas fiestas y
aquellos “Asesi nos de los dioses”
que nacieron cara al público en el mismo CCAN en el que haremos las fiesta de
presentación de Simpatía por la
noche. [...] Hay algo que se llama Patrimonio Espiritual en las ciudades que
debería proteger al CCAN, porque en él se han gestado y se siguen gestando
acciones decisivas que hacen de León una ciudad efervescente, viva, no sodomizada por la institucionalización y la burocracia. Todo
lo que sale de allí, ya sea música, poesía o literatura en general, merece la
pena.
Estamos a gusto
charlando en el Soho, pero tengo que ir al hotel y descansar un poco antes de
que empiecen las presentaciones. Además, he dejado cargando allí el nuevo
teléfono y en él tengo el número de Alfonso Xen Rabanal, Bufa para los amigos,
otro admirado escritor leonés y compañero de farras de Vic, al que dije que
llamaría cuando llegase a León. Zapi no tenía el teléfono de Bufa y el teléfono
de Vic estaba apagado. He llamado a Gsús Bonilla y tampoco lo tiene.
Aprovechando la llamada Bonilla me
comenta cierta molestia por una reseña de un libro que me obliga a hacer otras
llamada s. Cuando acaban de contarme
la historia del Valentino’s, un
puticlub a las afueras de León en el que hay conciertos de rock los fines de semana, y del que ya me habló Tamar cuando
fuimos a presentar Simpatía a Oviedo,
nos despedimos hasta las siete de la tarde, frente a la catedral.”
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