El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

26/10/11

“Vivir y morir en Lavapiés”, de José Ángel Barrueco

“Vivir y morir en Lavapiés”
José Ángel Barrueco
Ediciones Escalera, 2011





Se dice que los escritores beben de tres fuentes a la hora de alimentar sus propuestas literarias: una es lo vivido, los recuerdos; la otra son los sueños, el futuro que nos espera y al que queremos sacar el máximo provecho; por último, los escritores beben de la realidad que los rodea, bien sea la realidad propiamente dicha bien sean las propuestas que el cine, la televisión, la pintura, la arquitectura, la música o la literatura nos ofrecen de ella. Estas últimas, todas ellas artes creativas, ayudan al hombre a conocer mejor esa primera realidad.

JAB se alimenta claramente de sus recuerdos y claramente está influenciado por la realidad y por la visión que la literatura, la música y el cine ofrecen de esa realidad.
Así lo podemos comprobar en sus novelas (Recuerdos de un cine de barrio, Te escribiré una novela, Asco) o en su poesía (No hay camino al paraíso). Así también podremos comprobarlo en Vivir y morir en Lavapiés.

JAB tiene el alma inquieta y dolida de tanta realidad. Y no encuentra más consuelo que sus escritos ante ella. Toda su obra anterior gravita entorno a los recuerdos vividos, cercanos, personales y en Vivir y morir en Lavapiés podemos observar esos mismos recuerdos, si bien la ficción comienza a abriese camino de forma más intensa en su producción literaria.

La novela que hoy presentamos es una propuesta literaria arriesgada, aunque no novedosa. La deconstrucción narrativa, tan en boga tiempo atrás, no pasa por el mejor de los momentos. Sin embargo sigue siendo para muchos autores (entre los que me incluyo) un argumento para encontrar a ese lector cómplice que nos gusta (ese “lector macho”, lector activo, que decía Cortázar) quizá porque muchos de nosotros cuando somos espectadores o lectores preferimos buscar las respuestas en los silencios o componer en nuestra cabeza la narración.
De las pretensiones formales de JAB, dos párrafos de la novela lo ilustran todo:

UN POETA Y UN ESCRITOR HABLAN

Creo en la fragmentación, tío. Proporciona una cierta perspectiva que no poseen las narraciones lineales. Sé que es manido, pero es como cuando se fractura un espejo y tú tratas de recomponerlo. Luego te miras en él y, sí, te devuelve una imagen rota, distorsionada, pero al mismo tiempo aporta muchos puntos de vista, muchas caras, muchas raciones y pequeños trozos. Y es tu cabeza la que debería hacer el trabajo…

LOS MÁRGENES

¿Sabes, colega, lo que más me gusta de una obra? Y me refiero a distintos formatos: novelas, series de televisión, películas, cuentos e incluso canciones…Las elipsis. Lo que no se ve. Lo que queda fuera. Lo que está en los márgenes. Lo que debemos intuir e imaginar. Los silencios. Los espacios en blanco


En esta obra de voces diferentes, de historias cruzadas, el lector tirará de hilos de varios colores para fabricar un perfecto jersey. Un jersey confortable, amigable, que nos cobije frente al mundo, pero que no esconda ninguna realidad.
Vidas cruzadas que unen sus dos pasiones: el cine y la literatura, que permiten observar la mutua influencia que ejercen uno sobre la otra y viceversa. Destacan en su estructura esta mezcla de narrativa cinematográfica y literaria, como se produce en películas como Crash, 21 gramos, Amores Perros. Crash se ajusta perfectamente a la novela de Barrueco: vidas cruzadas, en colisión, en la realidad actual, en una sociedad llena de miedos y prejuicios, una sociedad global (como es el barrio de Lavapiés), una mezcla de culturas en las que puede observarse el racismo, ira, esperanza, intolerancia, amor y resignación. La vida.

Las continuas referencias al cine y a la música, la alusión de personas reales (sobre todo escritores y poetas) hacen de esta obra una propuesta metaliteraria. Aparecen por esta novela poetas y narradores como Javier Das, Gsús Bonilla, Elena Medel, David González, Mario Crespo, Ian Gibson, Ballard, y un largo etcétera. Pero, sobre todo, está Burroughs. Burroughs sobre todo.
Y todos en Lavapiés. Se entiende así la propuesta de JAB de tener un ordenador a mano para comprobar nombres y direcciones. Nombres de personas o personajes y direcciones de garitos. Canciones y películas que ponen música de fondo o imágenes en el recuerdo del lector. Una nueva conexión de la literatura con la realidad.


A mi entender, para lograr agilidad en el texto, destacan la brevedad de capítulos y, sobre todo, las descripciones: concisas, breves y acertadas. Logran que el lector vea lo que está leyendo, se sienta partícipe de lo que ocurre. Todas las razas y todas las situaciones, todas las escenas, que ocurren en Lavapiés son o parecen ser reales. Este halo costumbrista ofrece al lector la puerta para introducirse en el cuadro del texto y sentirse parte de él.
Los breves fragmentos, los minicapítulos, son como pinceladas impresionistas que, al alejarnos de la obra, al acabar de leerla, nos ofrecen en su conjunto unas imágenes que conforman un día en Lavapiés. Un paisaje de barrio, con sus sonidos habituales y las voces que reconocemos, con sus olores y sus colores, con las historias de siempre, con la amalgama de nacionalidades, de civilizaciones y costumbres en un barrio que precisamente destaca por eso, por ser una parte de aquel Londres de los 70, de aquella mistura de inmigrantes en Madrid. Todo el mundo cabe en un barrio, en Lavapiés.

Las historias se entremezclan: la de el moro Rashid, la de Aitor y su chica, la de Tony y los mejicanos, la de la policíaz y los borrachos y los chinos, la de los bares y lugares emblemáticos, la de los videoclubs... acabarán formando una maroma al unirse de modo que unas dejen de ser independientes de las otras. Sí, formarán un nudo final. Un nudo de vida que será cada vez más intenso, como el final de una noche de castillos de fuegos artificiales, como esa traca terminal que nos dejará sordos, pensando.
Eso es precisamente lo que JAB quería del lector: hacerle pensar a la vez que disfrutaba de una lectura entretenida.

Por último, una confidencia: Yo no lo sabía, pero después de dejarme guiar por San Google, soy de la misma opinión que uno de los personajes de la obra: sus graduación de gustos sobre las actrices porno es idéntico al mío.

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