Todo el mundo sabe que “lo de ayer” no era el asalto a la Bastilla, que se trataba de hacer visible el (creciente) descontento de la ciudadanía con sus representantes políticos, un “BASTA YA”, un “estamos hartos”.
Pues al parecer la casta política dominante no sabe de qué va esto y lo disfraza de un golpe de estado y, en consecuencia, actúa como si de ello se tratase. Su brazo armado, la policía, cumple órdenes y despeja a los “perroflautas” (yo no vi ninguno) que se atreven a pedir dignidad. Se rodea el Congreso con tres anillos concéntricos y se pone en nivel de alerta amarillo al ejército. Toda protección es poca frente al asalto del orden constitucional. “Se van a enterar…”
Llegué pasados unos minutos de las siete y media de la tarde, justo a la hora en la que el grito de “lo llaman crisis y es una estafa” sonaba como una bala de cañón rebotando en las fachadas de los edificios en Neptuno. Me costó abrirme paso hacia una bandera de Islandia que me guiaba y, cuando ya casi estaba a punto de llegar a ella, comenzaron los disparos y las carreras, los empujones y las caídas.
No sé si debería haber ido o no. Me apetecía pero no quería afiliarme. Me animé a lo largo de la mañana viendo lo que estaba pasando, pero tenía claro que todo era una pose, un cuadro que mostrar de nuestra real indignación.
Ellos no, ellos querían carnaza, querían ejemplificar. Ellos son mucho de fronteras, de líneas rojas, sobre todo con los débiles ciudadanos de a pie.
Entonces, siendo fiel a la dualidad del día, empecé a arrepentirme a la vez que apretaba los puños. Ayer descubrí que si hubiese tenido un AK47 me hubiese cepillado a aquellos policías y hubiese seguido hasta llegar al Congreso y cepillarme también a los políticos y a todo cristo que se pusiese en medio y, entonces me di cuenta. Sí, fue entonces cuando me di cuenta de que si en verdad los anónimos policías vestidos de robocop, y los policías infiltrados cubiertos con capuchas, y los gobernadores que mandan a esos policías, y el resto de políticos que los amparan, que si en vez de gente sensata e indignada con las manos y el alma limpia hubiesen tenido enfrente a seis mil bárbaros que empuñaran AK47 “lo de ayer” hubiese sido otra cosa. Hubiese sigo otra cosa. Y empieza a darme miedo pensar y no sé si la solución es tomar la calle o si el futuro es la huída. No sé si es mejor vivir sin ver las noticias, como si todo esto no estuviese pasando, dedicarme a mis lecturas y a mis escritos y no pensar ni por asomo que mi contribución es necesaria para cambiar todo esto. O si es mejor dar la vuelta a todo el sistema, luchar por la revolución. Porque, ya lo sabía, pero “lo de ayer” hace que me avergüence todavía más de vivir donde vivo.
Ya veis, estado bipolar.
Ya sabéis, vergüenza ajena.
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