Como siempre, después de acabar un proyecto narrativo (ya no hay marcha atrás, 13.0.0.0.0 está en imprenta) me quedo un poco "blandito" (en palabras de Kebran). Para ocupar el tiempo que la novela ha llenado las últimas semanas, vuelvo a los noticiarios y a las lecturas pendientes.
Los noticiarios me exasperan. Pierdo la poca paciencia que acumulo y el buen rollo se torna en bilis a pesar de saber que todo es un entramado de trileros. No sé si soy el único que piensa que Rajoy tenía que haber dimitido ya o que debería estar en la cárcel, procesado por mentir, por gobernar de espaldas a los ciudadanos, por hacer lo contrario de lo que dijo que haría, por perjudicar a los trabajadores y beneficiar a los poderes financieros (que lo mantienen), por anteponer sus propios intereses de partido a los intereses generales (véase lo de retrasar los presupuestos hasta después de las elecciones andaluzas), por acabar con el estado del bienestar con la excusa de la crisis y por cientos de cosas más. Que todos los políticos tenían que dejar su cargo si no sirven a los intereses generales y deberían, SÍ, deberían ser juzgados por su deslealtad para con los ciudadanos.
Nos estamos jugando mucho en estos tiempos como para tragar sapos de esta envergadura. A ver qué ocurre en los próximos días. El modelo islandés debería ser nuestro ejemplo y no sé por qué no podemos implementarlo aquí.
Fuera de esta vergüenza que nos llevará, sin ninguna duda, a la ruina y a la esclavitud, me pongo con las lecturas pendientes, entre ellas lo próximo de Bufa (Alfonso Xen Rabanal). No ayuda a evadirme de la realidad, es más, cimenta con más fuerza la convicción del cambio en el sistema, la acción individual, el cambio en Uno como medio necesario para cambiar el Todo. El nuevo Blues en la Niebla (por ahora no daré el título de la novela) es un faro para saber dónde estamos situados: al borde del abismo. Le da unas buenas hostias el bueno de Bufa a todos los inmovilistas y a los yonkis del consumismo, y les anticipa el futuro zombie que les espera. Entonces recuerdo sus dos años de lucha contra la empresa, su trabajar sin cobrar, su aguantar amenazas y risas pero a mí no me chuleáis como a los otros. Me imagino las comeduras de coco que tendría durante las guardias en silencio, en soledad, tras las espaldas de los demás y él frente al mundo, con los pies anclados en la tierra y los ojos llenos de ferocidad. Dos años para llegar a un juicio que se pierde y unos meses más de incertidumbre y fatiga, de extenuación, para llegar a una apelación, ésta definitiva, que se gana y sí, ha sido así: despido improcedente. Y aguantando dos años sin cobrar para pasar al Fogasa y poder recibir el paro. Dos años de desierto para tener la única satisfacción de demostrar una injusticia y preguntarse no sé, tío, si ha merecido la pena tanto sufrimiento, ya al final, ya cuando se había ganado la partida.
El cambio empieza por uno mismo.
Sí, claro que ha merecido la pena.
Y las manos a la cabeza porque si el empresario tiene pérdidas dos meses consecutivos (sin atender a que sea o no por su mala gestión) te bajo el sueldo un 20% o te echo a la puta calle.
Esclavos.
Y ni se te ocurra concentrarte entonces: la calle tampoco es sitio, quizá incluso llegue a ser delito. Resistencia pasiva, hasta tres años de cárcel.
Es más: incluso puede que alguien te esté vigilando, siguiendo tus pasos cibernéticos, acaparando indicios que justifiquen la presión del miedo. Alguien que hasta ahora lo hacía con terroristas. Piénsatelo antes de cliquear en "me gusta".
¿Qué está pasando?
Y ahora otra vez, otro amigo, mi hermano: la incertidumbre, los meses de retraso en el pago, así un mes, otro mes, seis meses, la decisión de denunciar a la empresa, el ya verse venir, pero ahora somos papás, recién papás, y ya me lo hicieron antes, hace catorce años, perdiendo otros diez años de antigüedad, perdiendo mi indemnización. Ahora no voy a tragar. Y ellos que ya veis, riéndose, ya veis lo que le ha pasado al compañero que denunció, juicio para julio, para julio de 2013. Riendo. Ninguna queja, ningún lamento, todo decisión. Y prepararse para la lucha. Él, finalista del premio nacional de poesía, al que ofrecieron un programa de televisión de máxima audiencia para mostrar al repartidor poeta a todo el mundo y si queréis ver a los monos, ir al zoo, al banco, con las orejas altas y los ojos brillantes, a ampliar la puta hipoteca de los cojones, para sacar dinero, poco, pero lo suficiente para aguantar esta guerra durante un año. Porque ya me lo hicieron antes, hace tanto y ahora no me voy a dejar. Y lo mismo: comeduras de coco, inseguridades y una mocosa que corretea por la casa cuando antes sólo era deseo. Y por si fuera poco, la ley de Murphy vuelve a sentenciar: el coche se quema y merma un par de meses la caja de resistencia. Qué más puede pasar. Puede pasar.
El cambio empieza por uno mismo. Sí, dejaros de filosofías y de arrascaros la entrepierna en el salón de casa, frente a la televisión; dejaros de criticar sin hacer nada. Si no estáis de acuerdo con lo que os rodea sólo hay una opción: ser consecuente y actuar conforme lo que se piensa. Lo demás es seguir tragando mierda y dejar el futuro (¿futuro?) en otras manos.
"Palabra de Kristo. Sip."
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