El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

6/11/09

Recuerdos de un cine de barrio, de José Ángel Barrueco

Recuerdos de un cine de barrio
de José Ángel Barrueco
(Ed. Baile del Sol, 2009)

Diez años más tarde de que viese la luz por primera vez, José Ángel Barrueco ha recuperado su primera novela para ofrecérsela a los lectores que no pudieron disfrutarla en aquél tiempo.


Entre cintas cinematográficas, José Ángel Barrueco desgrana su infancia y su adolescencia, mostrando pinceladas de la vida en una pequeña capital de provincias en aquellos años 80. Es una lectura ideal para recordar nuestros propios viejos tiempos, aquella películas que marcaron nuestra vida, las tardes de cine en doble sesión y la panda de amigos que nos rodeaba. Pero también para darse cuenta de a todos nos marcaron por entonces más o menos los primeros estigmas en la vida: los juegos prohibidos, la primera muerte sentida, los diferentes modelos de familia. Eso, al menos, ha ocurrido conmigo.


Me llama la atención la delicada prosa que José Ángel Barrueco manejaba hace años, su gusto por la confesionalidad y el sentimiento bondadoso que arraiga al ir avanzando en su lectura.


Aquél cine de barrio se llevó con él años de vida, pero supo conservarlos para siempre escribiendo esta entrañable novela.



“Un ciclo programado por mi padre me dio ocasión de ver una obra maestra en blanco y negro, La noche del cazador, la única película tras las cámaras de Charles Laughton. A la que los años habían otorgado prestigio y rango de obra de culto. Mis ojos registraron un cuento macabro, una obra irrepetible poblada de imágenes de impacto, como las sombras del falso predicador reflejadas en las fachadas de las casas, del cadáver de Shelley Winters en el lecho de un río, las palabras LOVE y HATE tatuadas en los nudillos del protagonista o su actitud cuando conversaba con Dios.

Aquella era una colosal interpretación del Robert Mitchum, prolífica de matices. Mediante un gesto o un malicioso alzar de cejas pasaba de ser un simpático predicador a encarnar al demonio, haciendo de su personaje un espejo del mal. El sombrero, el talante amenazador, los andares chulescos, las negras ropas, la apostura de caballero bondadoso para engatusar a sus presas, todo era fascinante. Sentía admiración por este malvado...”

Fragmento del capítulo LVIII de “Recuerdos de un cine de barrio”

3 comentarios:

María José de Acuña dijo...

Estupenda reseña, Esteban. Mil gracias.
Mj

Javier Belinchón dijo...

Buen libro el de Barrueco.

Un abrazo, Baco.

Baco dijo...

Un buen libro. Aún ahora lo recuerdo con delicia.
Besos y abrazos