El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

10/6/16

Leyendo a Luis Miguel Rabanal ("La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles")

Foto de Esteban Gutiérrez Gómez.

Te dejas llevar, como un barquito de papel por el torrente de un río. Sientes que no lo comprendes todo, que algunas pinceladas quedan oscuras, que se marcan pero no logras descifrar su contenido, pero te dejas llevar. Empiezas a leer y rápidamente comienza el viaje. Más que lo que se cuenta es cómo se cuenta. La narración te envuelve, la música de las palabras te deja aletargado… y te dejas llevar. Sonríes, y no sabes el porqué. Es algo orgásmico, algo como que calma, que otorga satisfacción. Que evade y hace pensar a la vez. Y esa prosa, esa barbaridad de palabras, reconforta.
Luego, más adelante, cuando logras salir aturdido de todo aquello, te das cuenta. Qué mamonazo, qué ironía más fina, qué escarapelo tiene este Luis Miguel, cómo refulgen sus neuronas. Y qué salvaje a veces, que tremendo, cuánta retranca de la buena. Y qué sensible, qué atmósfera crea, que entrañables los bárbaros y desvalidos personajes. Y qué bien me siento después de haberlo leído.

Por "La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles" desfilan Karin Benzama, Claudia Schiffer, las chicas de la alegre cofradía de la almeja complaciente, el envidiado Gracialiano y su santo bastón, un señor que dice ser Dios y una monja despendolada. Esos y otros muchos personajes dignos de ser oídos cuando quieren hablar de lo suyo. Historias cercanas, humanas y, por tanto, completamente surrealistas. El sexo y el seso morboso, el picor inguinal, el vicio de vivir. 

No contaré ninguna de las tramas, pero con el inicio de ésta comprenderéis su magnetismo:
"El anciano se adentró en el local con entusiasmo, tocando
palmas, tocando muchas palmas. No es que aquel día el
ambiente en el Desirée 25, a las cuatro menos cuarto de la madrugada,
fuera de una apabullante animación (pongamos que
la patrulla rural de la guardia civil y un hostelero de Zahínos,
más sendos viajantes de arroces Sos y de conservas Miau y algún
despistado de Frejenal al que mejor no referirse), pero la
entrada del sujeto, ataviado con un fresco y elegante traje de
lino blanco, camisa de seda blanca y corbatita color magenta
y, por si fuera poco, luciendo una larga y blanca cabellera, así
como una barba blanca de patrón mayor de ballenero, tuvo
que ser, como mínimo, chocante. Jennifer Fonfría, hermosa
como siempre, nada más reparar en él se le acercó corriendo 
a preguntarle si el vestuario provenía de la marca del celebérrimo
‘Emilio Tuchi’ y el look del tal Llongueras. Mi hijo Jesús
quiere ingresarme en un geriátrico, fue la lacónica respuesta
de aquel hombre. Dicho lo cual, se dirigió a la barra dispuesto
a refrescarse y le pidió algo a la joven Holanda Acosta que
aguardaba con impaciencia la visita…"

Inicio del relato “Las putas de Dios"
"La verdadera historia de Montserrat C. y otros relatos no menos imposibles"
Luis Miguel Rabanal

Eolas Ediciones, 2016

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