El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison
11/3/15
20/2/15
ARDIMIENTO: Recital y concierto en Fuenlabrada. Sábado 28 de febrero a las 22:30 horas en la Sala SoundKiss
El sábado 28 de febrero a las 22:30 horas, junto con Miguel Ángel Cortes (guitarra eléctrica y voz), presentaré y recitaré poemas de Ardimiento en Fuenlabrada. Un año después de su publicación, se cerrará la gira de presentaciones de este poemario en mi ciudad.
Mi amigo Javi Pascual, poeta, compositor, guitarrista y cantante, llega con su banda SIMULACRO a la ciudad. Inicia la gira Matrimonio de conveniencia con la banda LOS LINCES por toda España y me ha invitado a abrir el concierto con mi poemario.
Agradecidos, así lo haremos Miguel Ángel Cortes al blues y yo con el verso. Las dos veces anteriores en las que MAC y yo hicimos este combinado de música y poesía surgió una magia especial, así que repetiremos la invocación a la fantasía.
Mi amigo Javi Pascual, poeta, compositor, guitarrista y cantante, llega con su banda SIMULACRO a la ciudad. Inicia la gira Matrimonio de conveniencia con la banda LOS LINCES por toda España y me ha invitado a abrir el concierto con mi poemario.
Agradecidos, así lo haremos Miguel Ángel Cortes al blues y yo con el verso. Las dos veces anteriores en las que MAC y yo hicimos este combinado de música y poesía surgió una magia especial, así que repetiremos la invocación a la fantasía.
SALA SOUNDKISS
Calle Castillejos, nº 4 (Fuenlabrada)
22:30 horas
ARDIMIENTO (poesía&blues)
LOS LINCES (rock'n'roll)
SIMULACRO(rock'n'roll)
10/2/15
30/12/14
Lecturas 2014
- Angustia, de José Ángel Barrueco
- Un episodio distante, de Paul Bowles
- Vinalia Trippers, especial Salvaje Oeste, VVAA
- Debo de ser muy buena presa cuando tengo tantas escopetas apuntándome, de Eduardo Izquierdo
- Los últimos, de Juan Carlos Márquez
- Cabotaje, de Marisol Torres
- El lenguaje de los puños, Antología crítica de la poesía de David González, Volúmenes 2,3 y 4. Edición de José Ángel Barrueco
- In hora mortis/Bajo el hierro de la luna, de Thomas Bernhard
- Una dulce destrucción, de Hugo Claus
- Adiós, primos, de Muhsin Al-Ramli
- El azul y lo lejano, de Nacho Escuín
- Niebla en el jardín de otro, de José Mateos
- 98 segundos sin sombra, de Giovanna Rivero
- Los nuevos pobladores, de Pilar Fraile
- Cabotaje, de Marisol Torres
- El pez espada, de Hugo Claus
- Los regresados, de Antonio Crespo Massieu
- Los europeos, de Rafael Azcona
- Los chicos del vertedero, de Toño Benavides
- El deseo, de Hugo Claus
- Autopsia, de Miguel Serrano Larraz
- La hormiga que quiso ser astronauta, de Felix J. Palma
- Física familiar, de Jon Bilbao
- Estado del bienestar, naturaleza muerta, de Velpister
- Oigo girar los motores de la muerte, de Roger Wolfe
- La novela de un novelista malaleche, de Salvador Gutiérrez Solís
- El hombre que mató a Michael Hutchence, de J. Malone Miller
- Humano, de Diego Lebedinsky
- Canciones de amor y de lluvia, de Sergi Pámies
- El último en morir que apague la luz (Atlas poético), selección de David González
- Ocho relatos de boxeo, de Alexander Drake
- Madrid, Nebraska, VVAA
- Pantano, de Iván Rojo
- Comida para perros, de Gsús Bonilla
- La fuerza de los fuertes, de Jack London (ilustraciones de Mar del Valle)
- 25 centímetros, de David Refoyo
- La 4ª, de Mario Crespo
- La impecable actuación de la poesía para reducir a un hombre, de Gsús Bonilla
- Las sumas y los restos, de Ana Pérez Cañamares
- El lenguaje de los puños, de David González
- Las esferas celestes, de Lucía de Fraga
- En medio de ninguna parte, de Coetzee
- Tres inhalaciones, de Luis Miguel Rabanal
- Las lágrimas de san Lorenzo, de Julio Llamazares
- Ley de vida, David González
- Golpes (Ficciones de la crueldad social), de VVAA
- Esperando a los bárbaros, de Coetzee
- Diario de un mal año, Coetzee
- Días de ruta, de Vicente Muñoz
- amor.txt, de David Refoyo
- Desgracia, de Coetzee
- Hombre lento, de Coetzee
- Los amores difíciles, de Italo Calvino
- (R), El demonio te coma las orejas, de David González
- No hay tiempo para libros. 17 poemas inéditos + 1 relato, de David González
- (R) Yonky, de William Burroughs
- Las vidas de las imágenes, de J.J. Sánchez
- (R) Pregúntale al polvo, de John Fante
Más un buen puñado de proyectos literarios de amigos que ya han sido o están siendo o van a ser editados.
Gracias a todos por las horas de satisfacción.
19/12/14
"Como un canto rodado" (El Laberinto de Noé, Ed. la Tierra Hoy, 2008)

Recupero uno de los cuentos de El Laberinto de Noé.
La gran noticia es que en primavera de 2015 por fin se publicará uno de mis libros de relatos.
El primero de una trilogía.
Como un canto rodado
No conocí a mi
padre. Se marchó de casa cuando era pequeño. Ella decía: “Aquel cabrón dijo que
iba a echar gasolina al coche, y no regresó. Hijoputa”. Así que, al principio,
mi padre era para mí el diablo. Ella no se cansaba de montar el espectáculo a
todos los que llegaban a casa agarrados de su cadera. Ponía voz de niña
traviesa y me susurraba: “Chiquí, dile al tío
Tal o Cual, cómo era papá”. Y yo decía: “El puto diablo”. Y ellos reían a
carcajadas antes de meterse a jadear a la habitación. Luego no. Luego se va uno
dando cuenta de las cosas y lo que piensa es que no sabe cómo pudo mi padre
casarse con alguien como mi madre. Ya ve. Cosas de la vida. No, gracias, no
fumo. Donde vaya me irá bien. Yo tardé también poco en marcharme de allí. A la
primera hostia que me soltó uno de aquellos tíos.
Tenía pretensiones de apoderamiento del hogar. Mamá parecía soportarlo. Le
quemé el coche y desaparecí. Luego me dio por pensar. Tenía la obsesión de
conocer a mi padre. De alguna manera me identificaba con él. Oí a alguien en la
cantina decir que lo había visto en Barcelona, que había montado un negocio.
Seguí su rastro, pero Barcelona es muy grande para ir preguntando por uno de
Vallecas que hace quince años llegó allí y montó no sé qué. Pero, sabe, la vida
te sorprende. Conocí a una chica que trabajaba en la Seguridad Social. A los
tres meses de vivir juntos me preguntó por mi familia. Yo no sé mentir. Me dijo
que con el nombre completo podría sacar alguna información de Catty, el
ordenador central del I.N.S.S. Salió que sí: autónomo, sector hostelería,
Balmes 13. Nos acercamos allí. Era un restaurante. Parecía pequeño, pero era
precioso, con una puerta metálica como de submarino, con su manivela y todo, y
dos ojos de buey de latón centelleante por ventanas. No me atreví a entrar ese
día. Por las tardes, a la salida del trabajo en una imprenta, procuraba caminar
por las calles de Barcelona. Ya sabe, me gusta deambular por ahí. Mis pies me
llevaban siempre allí. Me quedaba observando en la acera de enfrente. Parecía
un sitio familiar, de barrio, normal. Sólo comidas y cenas. No debía de haber
barra de bar. Alguna vez quise ver algo por el cristal de aquellos aros
dorados, pero ninguno de los hombres que vi me pareció que podría ser mi padre.
Un día, a media mañana me entregaron un sobre con una nota: estaba despedido.
Con la liquidación en el bolsillo, mis
pasos me llevaron de nuevo ante aquella puerta acorazada. No lo pensé más y
entré. Me senté al fondo, en una mesa junto a una pecera enorme que hacía de
biombo. Estaba llena de peces de colores con reflejos plateados y de plantas
que se mecían con el aleteo de los peces. Diez o doce mesas. Alguna pareja
comiendo. Un camarero me entregó la carta. La especialidad de la casa eran los
arroces (mínimo dos personas). Pedí un arroz a banda para dos, y una botella de
espumoso bien fría. Cuando se acercó el camarero con la bebida, le pregunté por
él. Me miró extrañado, como si fuese imposible que yo le conociese de algo.
“Vendrá más tarde”, me dijo. Devoré aquel arroz, y pedí otra botella de
espumoso. Volví a preguntar al camarero. Me dijo que todavía no había venido.
Dos cafés y un güisqui más tarde, una pantera dorada se acercó hasta mí. Que si
era yo el que había preguntado por el dueño del local, me dijo aquel cuerpo de
escándalo. Cuando le dije que sí me miró haciéndome una radiografía. “¿Por qué
quieres hablar con él?”. Le dije a aquella amazona que no era su problema, que
se trataba de algo personal. “En tal caso”, me dijo, “no puedo ayudarle. Murió
hace algún tiempo”. Me quedé perplejo. No lo podía creer. Ella debió observar
mi turbación. Volvió a preguntarme por el motivo de mi búsqueda, esta vez
dulcificando la voz. Tenía los ojos centelleantes y unas pestañas negras y
largas, como las muñecas. Tenía la piel morena de rayos uva y los pómulos
sonrosados, como las muñecas. Tenía unos enormes pendientes con zarcillos de
oro y filigranas de fruta tropical, como las muñecas. Tenía una boca grande y
muy pintada, de un rojo bestial, como las muñecas. Y tenía nuez. Soy su hijo,
susurré espantado, intentando digerir lo que me llegaba a la cabeza. Sonrió. Yo
soy tu padre, dijo. Y él, ahora ella, me abrazó. Así son las cosas, la vida no
deja de sorprenderte. No, gracias, no fumo. Aquella misma noche cogí un tren
hacia Europa. No, no huía de mi padre, no estaba escandalizado, simplemente
busqué otro objetivo en mi vida. Estuve tres años vagabundeando hasta que
llegué aquí. Me gustó. Julie, digo. Nos casamos un mes después de conocernos.
Ya ve, casado. Yo era el primer sorprendido. Sentía que algo en mi interior se
había calmado en aquella casa junto al Donau, frente al tren de la Ragetzky
Platz. Algo de paz en mi espíritu inquieto. La serenidad del hogar. Alguna vez
pensé volver a España. Incluso tenía el teléfono del restaurante, pero sentía
que el hilo que me había unido allí ya no existía. Lo que pasa es que no sirvo
para el sedentarismo. No va conmigo. Estos días de invierno, ya sabe, la noche
a media tarde, la gente en sus casas. Recogí a los chicos en la clase de
natación. La calle estaba desierta. Se oía el eco de nuestras pisadas. Los dejé
en casa. Julie estaba preparando algo de cena. “Voy a dar una vuelta”, le dije.
Y comencé a andar, como en algunas ocasiones, por Viena. Aquel autobús ponía
“sígueme” bajo el dibujo de un cometa amarillo. Se estaba a gusto dentro. La
ciudad se perdía tras de mí, todas aquellas luces naranjas, abajo, en el valle.
El bosque olía de un modo especial. Un rumor interno acudía a mi cerebro, una inquietud efervescente, algo
primitivo. La vida es así, sabe. Sí, aquí está bien. Gracias. Oiga, aquella
carretera, ¿adónde lleva? Bueno, déjelo, en realidad, no me preocupa en
absoluto dónde ir. Siempre he pensado que no se trata de llegar, sino de hacer
el camino.
18/12/14
15/12/14
"Ardimiento" en el blog de Kebran
Collage de Quino Romero para "Ardimiento" (serie Prehistoria)
Kebran habla de poemas-vida, y eso es mucho, porque es la verdad y porque a él le ha llegado así, lo que hace que me dé por satisfecho.
Reseña completa aquí
10/12/14
Presentación del nuevo Vinalia Trippers en Madrid
El viernes 12 de diciembre se presenta Duelo al sol, el nuevo ejemplar de la revista Vinalia Trippers, dedicado al salvaje oeste.

La tripulación, como siempre, es de lujo:

Y acompañada de Deseo de ser piel roja, un especial poemario del POEMASH.

Será una fiesta. Os esperamos.

La tripulación, como siempre, es de lujo:

Y acompañada de Deseo de ser piel roja, un especial poemario del POEMASH.

Será una fiesta. Os esperamos.
2/12/14
GENTE SIMPÁTICA en MONDO SONORO
Aprovechando esta reseña de Santos Perandones (¡GRACIAS!) os dejo con el comienzo de uno de los relatos que se publicaron en Simpatía por el relato. Cuentos escritos por rockeros. Se trata de "El bombo", de Josu Arteaga. Yo no me canso de leerlo.
El bombo
Siempre lo tuvimos claro. El bombo de la batería es
el corazón de una banda. El bombo es el latido. El bombeo de energía. No puede
haber una gran banda con un batera mediocre. Con un bombo de pichiglás.
El guitarra es el que se queda con las pavas. El onanista del mástil. El
cantante es la estrella de colores bajo los focos. El que contesta las
entrevistas. El que dice las gilipolleces que todos ríen. El que folla. El bajo
sólo es una sombra. La sombra del bombo. Lo acompaña y arropa pero no hay otro
latido que el del bombo.
Cualquiera que supure rock por su pellejo, sabe lo
que digo. El batería es el fusilero que toda banda de rokanrol necesita para
cubrirse los flancos. Atrincherado tras chapas y timbales. Casi nadie se fija
en el. Pero el y su manera de darle al pedal, son el espinazo del rock.
Éramos dos bandas. Ensayábamos en el mismo local.
Ellos se bautizaron una noche de delirio etílico. Los Imbéciles. Siempre me
pareció que merecían de veras ese nombre. Los respeté por ello. Por tener cojones
de llamarse así. Estoy cansado de ver nombres pretenciosos. Si eres un puto
débil mental no te llames: Los Sublevados. Si eres delineante, ingeniero
o funcionario de diputación, no te llames: Brigada Proletaria. Si vas a
dejar un bolo por ir a una comunión de un primo de Segovia, no tengas los
cojones de llamarte: Black priest of Satan.
Estos por lo menos, se llamaban lo que eran y eran
lo que se llamaban. Además pagaban su parte del alquiler, no coincidíamos a las
mismas horas y no enguarraban el local con litronas, papeo del chino, ni
cajas grasientas de pizzas. Así que nos caían bien.
Nuestro batera era una pantera. Poesía en
movimiento. Un economista de la energía. Nadie en los contornos hacía sonar la
batera como él. Manejaba bien el chaston. No abusaba de redobles ni florituras.
Comedido con las chapas. Timbales justos. Con un bombo impenitente.
Irreductible e inasequible al desaliento, como un falangista en un bus camino
de Euskadi. Un bombo que lo comandaba todo. Un bombo que nos llevaba por la
senda de un rock pesado y pleno. De muro de hormigón.
El batera del otro combo era malo. Malo de cojones.
Siempre supe que nunca llegaría a nada. Tocando la batera como lo hacía. Sin
fuste. Chichi-pún, chichi-pún. No me jodas. Un poco de sangre la ostia. No sabía darle al
pedal. Lo pisaba con unas zapatillas de esas de skin futbolero, pero podía
haberlo hecho con unas de bailarina de ballet. El resto de la banda no era
ninguna maravilla, pero el batera era una ful. Un insulto al gremio de
los machacadores de parches.
A veces me pasaba por el local cuando terminaban el
ensayo de los jueves. Yo le decía que estaba mejorando mucho y el me fiaba anfeta
para las gaupasas. Manejaba buena mierda. Siempre el mismo veneno que
martilleaba mi cabeza, la centrifugaba y hacía aflorar una gota de sangre en la
punta de mi tocha.
Todos los camellos caían al final. En el árbol del
trapicheo siempre hay algún madero. Está dentro del bisnes y de cuando
en cuando poda las ramas que no le dan frutos. Enchironan a un desgraciado,
ascienden y siguen moviendo el tema. Pero este cabrón llevaba pasando speed, pirulas,
keta y farla unos diez años y nunca había tenido ningún marrón
con la cipayada. O
tenía la suerte del tonto o se la mamaba a algún txapelas.
Todos mis camellos anteriores chuparon Martutene.
Alguien se chotaba y los cipayos tiraban la puerta a bajo. Entraban a
las tres o cuatro de la madrugada de un martes. Para cuando querían deshacerse
del bakalao en el cubo de la lejía, tenían a los hombres de Harrilson
encañonándoles el entrecejo. Después, se les dibujaba esa sombra en las
corneas. Esa mirada especial que acompaña a los que han comido maco.
Pero este capullo no caía. Así que empecé a
pillarle. Los camellos son como la cúpula de ETA. Cae la ternera pero la vaca sigue
pariendo. Mi anterior camello apareció ahorcado en Nanclares. Parece que quiso
hacer negocios al margen de los funcionarios. El de ahora era majo. Se tiraba
al rollo. Me había llegado a fiar cincuenta gramos unas vacatas que me
piré a Azahara de los atunes a fumar polen y orear mis entretelas de gris
húmedo norteño. Luego le pagaba. Cuando podía. Teníamos ese típico rollo de
camello y yonki. Ese rollete de ir de colegas. De ser uña y carne. Toda esa
puta mierda de buen rollo. Falso como la caricia de una top model farlopera,
en la cabellera injertada del Berlusconi.
Guardaba las cebolletas en las zapatillas con las
que tocaba el bombo. La mierda que nos vendía fukeleaba a puta química.
El plástico que la envolvía a pies. Pero no importaba. Los plásticos de las
cebolletas se asemejan al astro rey. Cuando el speed desaparece alumbran el
suelo. Sin el cierre que guarda el veneno. Con las dobleces que parten desde el
centro hasta los bordes. Al modo de los rayos del sol pintados por los niños.
Los niños de colegios de pago, que ayer los pintaban y hoy los abandonan en el
suelo, por que prefieren la noche en sus ojeras.
A los conciertos de los Imbéciles empezaba a ir
gente. Grabaron un disco mediocre. Se veían sus carteles en las paredes de
todos los garitos. Tenían su página en el tresuvesdobles myspace puntocom
barralosimbeciles y cuatro cientos colegas, los arengaban dejándoles mensajes
de ánimo. Telonearon a Chenoa y dieron bolos en Dublín, Edimburgo, Milán y
Madrid. Seguían siendo unos zoquetes. Una banda plana, cansina, sin nada
que decir y con un paquete a la batería. Cuando yo le decía que estaba mejorando,
en realidad le estaba diciendo que lo dejase. Que era un paquete. Malo de
cojones. Que quien no domina el bombo nunca será buen batera. Pero cerraba mi
bocaza por el bien de mi tabique.
Luego supimos de un julai que movía bandas y
que hacía sonar la caja registradora. Tenía contactos en todos los festis
grandes, en salas, en revistas que comentan tu maqueta, si compras dos o tres
módulos de publicidad para anunciarla. Que te hacen una entrevista si te pillas
seis a cincuenta euracos cada uno. Radios pastel en las que suenan pasteladas
con la payola pertinente. El rock es como la tesorería de un partido
político. Con menos pasta pero igual de sucio.
El alternativo, indie, antisistémico y demás
bobadas son la misma mierda con otro apellido. En el rock a nivel local también
hay clasismo. Bandas teloneras y bandas estrellas. Las que abren el festi
cuando la peña está fría y las que lo cierran cuando las drogas y el alcohol
hacen que todo suene maravilloso y hayamos asistido a un concierto mítico.
Irrepetible. Inolvidable. Hay bandas con nombre, que tocan cuando quieren en
cualquier gaztetxe. Con asambleas que se vuelcan en currar por ese festi al
olor de la pasta, mientras otras se
apuntan en una lista sin fin ni esperanza. Una lista a la que nadie recurre y
que suele comenzar con un: Ya os pegaremos un toque, ahora están todas las
fechas ocupadas, mejor el móvil que el fijo ó igual dentro de dos meses.
El rock es territorio abonado para tontos y para
listillos. El clasismo con bandas de primera y bandas del montón, el amiguismo
interesado, la mitomanía más enfermiza, las poses ridículas sobre y fuera de
las tablas, el favoritismo, la obligatoriedad de tener que estar a la última,
el fetichismo de las reediciones, el vinilo de color y la nueva banda de no sé
quién que tocó la batera en el 79 con no sé cual, los palabros de moda: Crosover,
Nuevo rock americano, Crustcore-D-beat ó metal-pollas en vinagre, el
peloterismo coprófago, los expertos en sonido garagero escandinavo de finales
de los 80, los catedráticos del punk con master gaztetxero, los calvos
supermacarras a los que su madre les plancha la camiseta de
4-skins, los pogueros superleñeros que se mean y se
cagan en un desalojo de la pasma, los que odian el beneficio y se dedican a
vender lo que da pasta, los sellos que exprimen la teta de los 80 reeditando,
remasterizando, revendiendo y convirtiendo en negocio aquello que tenía
vocación incendiaria, las feministas que mudan en grupis y los heavy
metal-doom-black-gotic-satánicos que se casan por la iglesia católica
apostólica y romana, con esa novia formal de siempre, con la que se enrollaron
a los 16 años.
El rokanrol es una mierda. Está podrido y no tienen
arreglo. Aunque los Imbéciles creían en el. El julay que les fichó les hizo
tocar en las Ventas, abriendo para Mikel Erentxun. Nadie se lo explicaba.
Sabíamos que eran una puta mierda de banda con un batera malo de cojones, pero
Los Imbéciles empezaron con giras, festis con acampada libre, salas con
técnico de sonido, rodis, merchandising, oficina de management y web
oficial.
Ellos creían que lo hacían bien. Pero yo lo tenía
claro. Sabía de qué iba la
historia. Todo manager necesita una buena banda y un par
mediocres para relleno. No importa el estilo o lo bien que lo hagan. La cosa
funciona si son unos simples, se dejen llevar y no rechisten. Esa clase de
bandas son un buen culo para los managers. Y Los Imbéciles en la escala de
culos, eran el de una rubia sueca en una playa de Almería. Un culazo perfecto
para un manager cabrón, que te chulea, te da vaselina, te la endiña y encima es
tu mejor colega. El que lo da todo por ti. Una suerte que no mereces y que sólo
tienes porque es un tío de puta madre que se enrolla y te da la oportunidad de
tu vida.
Nunca veían un chavo y nunca preguntaban por
las cuentas. Con tocar y follarse a alguna tía con un par de peras siliconadas
ya les valía. El julai a cambio de nada, tenía una banda de relleno y un
trapichero para los cabezas de cartel. Por eso seguían en nuestro local. No
tenían pasta para pirarse a otro cuchitril más decente. Tocaban en festis de
diez mil personas junto a nombres de la lista de los 40, no veían un clavel y
todavía pensaban que algún día vivirían en Miami. Al lado de la mansión de ese
de los Rolling que se cayó de un cocotero.
Lo que más nos llamaba la atención de todo aquello
era que cualquier otra banda hubiera subido ese peldaño dando la espalda a los
colegas. Creyéndose la puta ostia con tirabuzones. Pero Los Imbéciles no. Ellos
seguían siendo colegas. Asequibles. Majos con nosotros y con todo el mundo.
Dicen que la forma más rápida de convertirse en gilipollas es subirse a un
escenario. A Los Imbéciles no les ocurrió. Ya lo eran antes de pisar las
tablas. A pesar de jugar en la división de los galácticos yo no me quedé sin
camello. Incluso presumía de que el mío era el mismo que el de muchas “estrellas”.
Era jueves y fui al local....
1/12/14
Poesía & Blues: ARDIMIENTO en El dinosaurio
Domingo 7 de diciembre
20:30 horas
ARDIMIENTO
poesía&blues
Guitarra eléctrica y voz, MIGUEL ÁNGEL CORTÉS
Recita, BACØ
El dinosaurio todavía estaba allí
(calle Lavapiés, 8 Metro Tirso de Molina)
21/11/14
ÉTICA DE LA ESCRITURA: CONCIENCIA Y ACCIÓN. Reseña de "Ardimiento" por Ana Vega para el diario La Nueva España
Ardimiento
Esteban Gutiérrez Gómez (Baco)
Zoográfico, 2014
Ilustraciones: Quino Romero
Diseño: Rodrigo Córdoba
Prólogo: Gus Bonilla
ÉTICA DE LA ESCRITURA: CONCIENCIA Y ACCIÓN
Surge a veces el insospechado y afortunado encuentro del lector con un libro que le devuelve al origen, que le empuja al precipicio de encontrarse a sí mismo frente a unas líneas ajenas y qué éstas se convierten en el itinerario personal o ético que comparte con el autor: lector y autor unidos desde entonces por tanto a través de un hilo invisible que anuda a ambos. En esta ocasión surge el milagro. Esteban Gutiérrez Gómez ha escrito y publicado novelas y diario personal y participado en diversas antologías, fue miembro fundador y asesor literario de la revista Al Otro Lado del Espejo, dedicada en exclusiva al relato. Según leemos en su biografía publica su poesía bajo el pseudónimo de “Baco” al tratarse de un “ser disociado”.
Ardimiento es ante todo un ejemplo de exquisita edición de arte, junto a los poemas del autor aparecen las ilustraciones de Quino Romero Ruíz bajo un original, excepcional y cuidado diseño y maquetación de Rodrigo Córdoba. En esta obra encontramos una voz poética firme y contundente, sincera y en ocasiones extrema pues así lo exige la realidad, una voz que no teme narrar sin concesión alguna, sin hipocresía alguna; también cierta autopsia personal –sentimental y racional-, un análisis certero desde dentro hacia fuera y en sentido inverso, una conciencia ética que se manifiesta sobre el papel con toda rotundidad, una poética del hoy que establece un diálogo automático con el lector de igual a igual. Una poesía visceral pero lúcida, que muestra una reflexión pausada pero crítica, un equilibrio difícil de mantener y que sin embargo se acomoda con total seguridad a lo largo de todo el libro. Descubrimiento como lectora, descubrimiento como ser humano: reconocerse en lo leído y aplicar análisis y contenido, cuestionar y cuestionarnos. Una herramienta o modo de agitar conciencias o despertar. No sé si un arma cargada de futuro pero si de presente, un presente que exige cambio, acción, actitud: “Las cosas no están bien/ y tenemos ganas de seguir malviviendo”. Recordatorio: “Se subasta un pedazo de alma/ para seguir malviviendo”. Se insiste, se repiten términos, es necesario, es fundamental, es urgente… Conciencia también de la escritura: “Subidos en la mesa, / así empezamos cada nuevo curso/en los talleres literarios que dirijo. / Sobre la mesa, / 80 centímetros/ por encima de lo habitual. / Se trata de aprender/ que a la hora de escribir/ lo fundamental es saber observar/ la realidad/ de otra manera.” Un modo de estar y entender el mundo: “Sabemos que el cristal/ sólo se puede limpiar/ por dentro. / Por el lado/ del amor”. Tal vez algo muy sencillo que recordarnos: “Tengo muy presente/ que en esta vida/ lo importante no es llegar/ sino saber/ disfrutar/ del camino”. Pocas, muy pocas veces se puede aplicar el calificativo fundamental que debería provocar la aparición de un libro, su origen, ninguna duda en decir alto y claro que en este caso nos encontramos ante esa rara avis, he aquí un libro necesario.
Ana Vega
http://www.lne.es/suscriptor/cultura/2014/11/20/etica-escritura-conciencia-accion/1674016.html¡GRACIAS, ANA!
24/10/14
ÁCIDO TOUR: Una de recuerdos con David González y muchos amigos más
Ahora que me voy a poner (por fin, con muchas ganas) a disfrutar de los volúmenes 2, 3 y 4 de la antología critica de la poesía de David González, EL LENGUAJE DE LOS PUÑOS, traigo al recuerdo este cartelito, obra del mago Bonilla.
Que aquella tarde noche fue fantástica no lo digo yo, todo el mundo lo sabe. Nos acompañó también Inma Luna sobre el escenario, y hubo costillas (David no las olvidará nunca) y flamenco quinqui del bueno. Como colofón, una tormenta marcó el final de la velada a las 12 y pico de la noche, justo después de que cantásemos el "cumpleaños feliz" a Deborah Vukusic.

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DAVID GONZÁLEZ
MALDITO
en la india
las vacas
son
animales sagrados
en la india
los tigres
son
animales sagrados
y de hecho
hasta que no asesinan
a unas siete
u ocho personas
no se decide
salir a darles
caza
y muerte
en la india
me temo
todos o casi todos
los animales
incluso las ratas
son
sagrados
todos
excepto uno
Poema de David González perteneciente a "LOSER" (Bartleby, 2009), poemario que presentó en Fuenlabrada
8/10/14
"Ardimiento" en Reseñados
El escritor Luis Vea habla de Ardimiento, y yo, agradecido.
Ardimiento
Baco
Zoografico ediciones, 2014
132 pp
10 euros
No sé de qué forma un autor puede vivir su vida literaria escindido en dos mitades. En mi caso no puedo imaginármelo. No veo diferencia, más allá de las propias características de cada género, entre una creación u otra. Esteban Gutiérrez Gómez ha decidido que su faz poética tenga el nombre de Baco. No conozco su obra narrativa, pero dada esta escisión debo juzgar a Baco a través de su obra Ardimiento. Dice en el prólogo, un prólogo diseccionador, Gsús Bonilla, que esta es la primera obra poética del autor. De hecho funciona como una especie de antología vital y, probablemente, sea esa una de sus grandes virtudes, analizar su propia existencia, sus intervalos, sus pasos desde un prisma sincero. No busca el autor algo complicado. Su verso se hace accesible, incluso para los que no leen poesía. Huye del barroquismo y reivindica la sencillez y la sinceridad. Y eso lo vemos en sus versos. Es pues un poemario de autenticidad y de registros vitales. Un poeta que se abre al lector sin guardarse nada, sin cartas escondidas, sin trampas. Se abre con todas las consecuencias, sin tapujos, sintiéndose, a pesar de todas las dudas, un ser libre. Es otro de los aspectos fundamentales del libro, la libertad. Es un poemario libre de ataduras y estilos. Libre en el uso del vocabulario, libre en la temática de los poemas. Éstos van saltando de tema en tema, de vivencia en vivencia, probablemente hasta el ardimiento, hasta dejar al autor en paz consigo mismo y con todos. Hay rabia, pero también serenidad, hay reflexiones a vuelapluma y otras de mayor calado. Todo eso está en Ardimiento.
¿Cómo ve el mundo Baco? A las pocas páginas sabemos lo que sueña (p.20):
“Cada noche
al acostarme
sueño poemas”
Son a veces sus poemas abiertos y que nos siembran de dudas. No en vano no es el oficio de poeta resolver certezas, más bien sembrar dudas y hacernos reflexionar. Por eso dice en el mismo fragmento (p.21):
“Y así estoy todo el día
pensando en que llegue la noche
y vuelva a escribir
fantásticos poemas en sueños
que jamás
recordaré”
Algunas de sus composiciones tienden a enseñarnos las vergüenzas del mundo (p.32):
“Las cosas no están bien
Y tenemos ganas de seguir malviviendo”
Y más tarde:
“Entonces se entiende,
hermanos,
la prisa, y lo asqueroso
y necesario
que es hablar de dinero”
Hay fragmentos de mayor intimidad –si es que acaso podemos decir más de una parte que de otra, pues se trata de un poemario con una visión muy cercana al autor-. A mí me gusta especialmente este poema por su claridad y simplicidad (p. 54). Se titula Veneno:
“Ya sé lo que estás pensando
que
50 años son muchos
para publicar un primer poemario.
Quizás tengas razón,
pero no te preocupes,
he sabido guardar
todo
mi veneno”
El autor prácticamente adopta todos los tonos posibles, desde la denuncia al lirismo, de la exaltación a la invocación. Y tal y como decía, la rabia también está presente (p.63):
“Ojalá
todo lo vuestro
se convierta
en mierda”
Ya he comentado que el lenguaje del autor era un ejercicio de libertad que no todos los puristas poéticos entenderán. Aquí prevalece la sinceridad sobre la forma. Prevalece el mensaje sobre la retórica.
Tiempo también tiene el autor para recomendar una mirada sobre el mundo y la creación literaria. Consejo válido para noveles (p.72):
“Se trata de aprender
que a la hora de escribir
lo fundamental es saber observar
la realidad
de otra manera”
Y, literariamente, tiempo también para atizar a unos y otros con valentía (p.77):
“Te aseguro que conozco a muchos seres
enfundados en cueros despellejados,
y a muchos bardos de pacotilla,
de largos fulares y palabras pausadas,
que no llevan corbata
pero que han comido muchas pollas
y se han dejado dar por el culo
incluso que han vendido a sus mejores amigos
sólo para conseguir una reseña de mierda”
Quizá lo mejor para finalizar sea tomar unas palabras acertadas del prólogo de Gsús Bonilla (p.10):
“las palabras son el agua de la lluvia que las identifica, la Poesía una canaleta más que vierte sobre los adoquines de las aceras los espasmos de las tormentas. Eso es todo”
Eso es todo y casi nada. Vaya. Aconsejo echar un vistazo a las magníficas ilustraciones de Quino Romero. Original la puesta en escena de la colección de Zoográfico ediciones.
http://luisveagarcia.blogspot.com.es/2014/10/ardimiento-de-baco.html
(1) Este retrato de Francis Bacon es la diapositiva que acompaña al poema "Veneno" en algunos recitales.
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