El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

25/7/14

"Ardimiento", según el director de cine y escritor Juanjo Ramírez


Decía Bradbury que todos los días deberíamos leer un poco de poesía, para entrenar el alma y mantener entreabiertas las puertas a otros mundos. Yo por fin he podido disfrutar de este poemario, de un autor cuya prosa ya he podido aplaudir en varias ocasiones. ARDIMIENTO, de Esteban Gutiérrez Gómez, alias Baco, que ha visto la luz gracias a Gsús Bonilla y a Zoografico Rodrigo, que ha dotado al libro de un diseño magnífico. La forma baila con el fondo. Son páginas que arropan al lector. Y los poemas de Baco le transportan a uno hacia otros mundos, sí, pero destilados con sentimientos muy de éste. Pequeños triunfos y miserables derrotas. Versos en ocasiones cargados con una tristeza y una desesperación que, por algún motivo, le hacen a uno sentirse confortado. Y en otras ocasiones tan incendiarios que, como avisa el propio título del poemario, casi amenazan con hacer arder el papel. Por si todo eso fuera poco, se leen como si estuvieses comiendo pipas. Pipas que te dejan un poso de sal en la boca, que tarda en irse, si es que se va.

Gracias,por  hacerte eco del libro, JJ

7/7/14

"Ardimiento" en La tormenta en un vaso (Un buen libro cada día)


ilustración de Quino Romero para Ardimiento

«Maldigo la poesía concebida como un lujo...», decía el célebre poema de Celaya, y uno se acuerda de estas palabras desgarradas cuando acaba de leer un libro de poesía como el de Esteban Gutiérrez Gómez, de sobrenombre Baco para sus incursiones poéticas y cuentistas. Y digo que se acuerda de ellos porque este Ardimiento que ahora nos presenta el poeta, y donde se reúnen los mejores versos que ha ido diseminando a lo largo de su vida («ya sé lo que estás pensado, / que 50 años son muchos / para publicar un primer poemario….»), este Ardimiento, decía, afronta cada poema no con ánimo de provocarnos un sentimiento confortable, una felicitación hacia nosotros mismos por los listos que somos y la poesía tan sofisticada que leemos. Sin llegar a pisotear la estética literaria, porque eso sí que sería de maldecir en todo caso, los poemas de este libro-bloc están escritos con ánimo de conmocionarnos, con espíritu agresivo, con el propósito de dejarnos, al cerrar la ultima página, un gusto a acero en el paladar, como si —por jugar o por quién sabe— nos hubiéramos introducido un arma en la boca…
«…Quizás tengas razón, / pero no te preocupes, / he sabido guardar / todo mi veneno.»


Baco, en los poemas que conformar este Ardimiento, se enfrenta a la vida con una mirada cruda, sin buscar la infelicidad, sin escarbar en lo feo, pero tampoco sin engañarse con impostadas notas líricas. En primer lugar, el poeta se enfrenta a sí mismo, y no pretende, en ningún momento, engañarse respeto a lo que es: «He hecho un pacto con el diablo / y nos hemos repartido mi vida: / él tiene los días, / de lunes a viernes, / de siete a siete. / Me quedo yo las noches, / todas las noches, / hasta las tantas…»; pero sin entregarse a la quejumbre ni presumir de derrota. Son poemas que arrastran ecos de barrio suburbial, de aquellos tiempo en que “todavía teníamos ganas de vivir”, gritos de rabia, a veces, como súbitas pintadas de graffiti, pero poemas que también aportan el asombro ante el descubrimiento de la naturaleza, la bondad del entorno perenne, ese callado paisaje de montañas que el autor ha visto, desde siempre, al fondo de sus días… «He tardado / 50 años / en perder mi sordera».


Gracias por el eco, Miguel, y gracias en nombre de Vicente, Gsús, David, Ana y el resto de chicos del otro lado.

1/7/14

Un poema de Eva Vaz extraído del atlas poético, "El último que apague la luz", selección de David González, publicado por el Ateneo Obrero de Gijón en 2001

ALZHEIMER

En la casa de los vecinos
se escuchan gritos desalmados
y gemidos como agujas.
La vieja tiene alzheimer
y la hija le grita:
guarra y cagona.
La vieja chilla
espantada.
Se ha cagado las bragas.

Mi abuela también
se cagaba,
y tiraba la mierda
por la ventana del séptimo,
o nos la dejaba,
como los Reyes Magos,
en el fregadero.
Mi madre le reñía a gritos
y luego lloraba.
Después, la limpiaba
y le ponía polvos de talco.
Mi abuela gemía,
media hora,
como si se le hubiese rallado
la queja.
Y luego volvía a
cagarse.
Mi madre hipando
como un pajarito,
mi padre rugiendo
como una bestia,
y yo,
huyendo horrorizada para no presenciar
el espectáculo,
o para no tener que limpiar
la mierda.