El escriba, de Robert y Shana ParkeHarrison

El escriba, de  Robert y Shana ParkeHarrison
"Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior" "¿Por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?" J.M. COETZEE ("VERANO")

25/2/13

"El Laberinto de Noé", una de recuerdos




El 22 de febrero de 2007 entregué al editor la primera versión de El laberinto de Noé. Llevaba por título Pinball, porque se trataba de jugar con los 32 textos que conformaban la narración. Del flipper a las dianas, a las gomas, a las luces; por los pasillos, consiguiendo avances antes de que la máquina se traguase la bola.

Como la vida misma. Tú no eres el que juega a la máquina, eres la bola con la que juegan.

32 relatos cortos unidos por una narración más larga, una novela que iba hilando los textos.

Una novela que comenzaba así:


UN GALEÓN
EN UN MAR ESMERALDA



–Si te quieres matar bebiendo, por lo menos que sea con algo de calidad.
Eso me dijo, y dejó en el carrito de la compra una botella de Cardhu. Ni levanté la mirada. Me limité a admirar aquel vidrio ambarino de contornos redondeados. Contrastaba bien con las otras diez botellas verdes. Un galeón en un mar esmeralda. Magnífico.
Sabía quién era. Lo veía cada tarde, al otro lado del seto de aligustre. Él con su lectura, y yo con mi vaso. Los dos mirando más allá de lo que parecíamos mirar. Colocaba la hamaca bajo la higuera y se introducía en otro mundo. Horas y horas, hasta que el sol dejaba de calentar. Entonces, recogía la hamaca y subía al porche a contemplar el anochecer. En ese momento nuestras miradas se unían. También más allá. La mía, vagabunda y errada, desdibujada y nostálgica, sólo encontraba consuelo con aquel último rayo de luz.
Se precisaba con urgencia cambio para la caja siete. Eso fue lo que me sacó de la ensoñación. Él seguía allí. Mirándome casi con ternura.
–No creo que tu abuelo estuviese muy orgulloso de ti en estos momentos.
Yo tampoco lo creía. Pero me daba lo mismo. Había defraudado a todo el mundo y, sobre todo, me había defraudado a mí mismo. Opté por el camino fácil. No tengo más remedio que reconocerlo. Quitarme de en medio de todo aquel espanto. Una licencia de tres meses en el trabajo. Huir de la ciudad. Refugiarme en la casa de mi infancia. Rodearme de recuerdos atrasados para empezar de nuevo. Otra vida. Volver allí donde había equivocado el camino de mi vida. Buscar otra senda, más afín conmigo mismo. Volver a empezar. Así lo había decidido. Otra vida. Llevaba un mes en el pueblo y no había hecho más que beber. Como si me intentase anestesiar para extirparme la amargura. Dormir mi mundo. Supongo que para tener valor de suturar aquella herida en el alma. Pero era despertarme y buscar qué beber para volver a dormir. Ni siquiera había limpiado la casa. Ni siquiera la habitación en la que caía derrotado cada noche. Ni siquiera me asqueaba el olor a jugos estomacales revertidos, a piel mudada, a basura y derrota. Todo alrededor me daba lo mismo. Un galeón en el mar esmeralda.
–“Será su propio Dios”. Así acababa Noé sus muchos monólogos sobre su nieto.
Intentaba recordar. Sí, algo activaba esa frase en mi cerebro. Algo poderoso. Sí, ya me acordaba. Aquellos desayunos en la garita de madera, junto a los rieles del tren y el cambio de vía. Todavía no había amanecido. Yo salía de la casa y llevaba la tartera con la tortilla de patata recién cocinada. Todavía no había amanecido y yo salía de la casa. Cruzaba el campo, los hierbajos y las pajas que me llegaban al pecho, por la senda que cada día trazaba el abuelo. El camino diario. ¿Quién puede decir que, allí dónde nada existía, en medio del campo, una hilera de tierra como una cicatriz ha nacido de sus pies? Sólo las personas con decisión trazan nuevos caminos. Sólo ellas ven lo que nadie más ve. Sí, sólo existía esa vereda, esa minúscula senda junto a la tapia. Lo demás era selva. Iba con miedo. Sí, los ruidos del campo en la noche. Los grillos con su eterno frotar de los élitros. Con su repentina mudez al acercarme. Era como si el mar de ruidos se abriese a mi paso. Cesaban los trinos de los pájaros madrugadores, las pisadas indefinibles de los gatos o de los animales escondidos en la maleza, el roer de las ratas. Primero algo de miedo. Después no. Después me sentía enorme. Me iba agrandando al llegar al otro lado del campo. Entonces ya divisaba el perfil oscuro del resto de casas. Estaba a punto de lograrlo. La travesía. De un continente a otro. Y la tartera caliente en mis manos. El olor a comida deliciosa. A veces, incluso me atrevía a correr por aquella estrecha senda. A veces, incluso a cerrar los ojos caminando. Alguna vez gritando, cuando ya estaba a punto de salir del campo, ¡lo conseguí!
Luego se lo contaba al abuelo. Mientras comíamos esa tortilla y veíamos amanecer sobre aquel campo que parecía mucho más pequeño con la luz. Más pacífico. Menos acechante. Un mar dorado en calma. Le decía que parecía que las hierbas se apartaban a mi paso, que los animales callaban y que una extraña sensación de seguridad me inundaba. Entonces me lo decía. “Hijo, tú serás tu propio Dios”.
–Sí, eso decía…–Mantenimiento, pase por el almacén. Sección de electrodomésticos, le están esperando. Hoy aproveche nuestras ofertas del día– Como puede usted ver, estaba equivocado.
Ni siquiera pensé lo que dije. Un segundo después, sí. Confesé que era un pelele, un fracasado. Ya lo había aceptado. Eso habían significado mis palabras. “Asumo que no valgo para nada”. A continuación podía ponerme a llorar. O podía abrir una botella y beber allí mismo. O podía volver a perder la mirada en otras realidades. O podía mirarle a los ojos y entregarle parte de mi lástima por mí mismo. Su voz me sacó de la espiral.
–Estás confundido. Es lógico. Ya deberías saber que en este mundo no hay ganadores. Ni uno sólo. –Su poderosa voz de locutor, de dios terrenal me envolvía–. Ni siquiera todos esos que ahora aparecen en la televisión con sonrisa de perlas y cara de triunfo. Ni los diez primeros en la lista de milmillonarios. Te puedo asegurar que las cosas son así y, lo que es peor, que este mundo no tiene remedio. Ya lo dijo Cervantes con todo su Quijote hace cuatrocientos años. Así opinábamos también tu abuelo y yo.
Sí, era verdad. El viejo Noé no se cansaba de decirlo. Ya era sabio cuando yo era niño. Me miraba con sus ojos azules dentro del alma, y buscaba el momento oportuno para poner la larva. El Quijote, sí, su evangelio. Lo abría y leía con su voz de maestro un párrafo que había seleccionado. Lo volvía a leer, con exactamente la misma entonación, para que lo comprendiese. Luego me preguntaba ¿qué te parece? Nada. No me entero de nada, me daban ganas de decir, como en las clases de matemáticas de la escuela. Pero el abuelo se merecía ir más allá. Otro esfuerzo. Le pedía el libro, forrado con papel de periódico, manoseado, incluso con restos de grasa de las palancas del cambio de vía. Leía despacio. Intentaba comprenderlo. Y respondía con sinceridad. Es necesario conocer la verdad para diferenciarla de la mentira, eso decía. Un hilo del que tirar. Respondía sin miedo, porque aquello no era un examen. Era otra cosa, una especie de juego. Yo entonces no lo sabía, claro. “Pues yo diría que quiere decir que el mundo no va bien”.
Por primera vez le miré a la cara. Sus ojos rezumaban agua. Como si toda aquella luz artificial del hipermercado le hiciese daño en el iris. Tenía un pañuelo de tela en la mano que se aplicaba bajo los párpados, dejando que se empapase. Primero un ojo, luego el otro. Dejé de apoyar los brazos sobre el mango del carrito y me incorporé. Fue como subir a un segundo piso.
–Hace años que deseaba conocerte –me tendió su mano, huesuda y oscura, moteada de manchas–. Me llamo Julián.
Mientras aceptaba su apretón, tibio y firme, intentaba recordar si yo debía conocerlo a él. No era demasiado mayor, no tanto como Noé. Parecía conocerme muy bien, como si supiese mis secretos. Eso leía en su mirada. No, no recordaba a alguien así en aquella casa de piedra. No recordaba ni siquiera aquella casa de piedra al otro lado del aligustre. ¿Y qué había allí? ¿Qué había en su lugar? Nada. Allí no había nada. Bueno, algo sí había. Había un pozo artesiano, con su brocal de pedernal y su polea oxidada. ¿Y qué más? Había montones de tierra colmados por todo tipo de hierbas. Y había árboles frutales, y gatos que ronroneaban por la noche, y conejos de rabo blanco. Eso había al otro lado de la casa del abuelo Noé o, al  menos, eso era lo que yo recordaba. Y es que hacía tanto tiempo que no volvía por allí. Me parecía mentira, con todos aquellos años de felicidad vinculados a aquella tierra. ¿Y por qué dejé de ir? La vida. Los estudios en la ciudad, la muerte, la huída, Canadá, juventud, chicas, Ella, trabajos, Laura. Veinte años y todo aquello enterrado. Hasta que te llaman y te dicen que el abuelo ha dejado de existir y tú lloras porque le considerabas el mejor ser del planeta. ¿Y qué te importaba en realidad? ¿Por qué no acudiste a él? ¿Por qué no te preocupaste cuando ya era mayor y necesitaba  tu ayuda? La vida. El río de cada uno. Sin raíces, para el hombre es difícil ser un salmón.
Julián seguía derramando lágrimas sin llorar. La mano derecha en el bolsillo y la izquierda con el pañuelo de absorber océanos. Parecía buena gente. La chaqueta de pana, desgastada y brillante, color trigo tostado, que no debía de quitarse. Una flor en el ojal. A las doce, degustación de galletas en el quiosco del pasillo central.
–Me estaba preguntando… ¿hace mucho que conoció usted a mi abuelo?
Aquel ser de ojos de mar y voz de soprano me sonrió por primera vez.
–Mucho. Pero mucho menos de lo que me hubiese gustado.
Creo que los dos queríamos hablar de lo mismo. A él también le había fascinado la figura de Noé. No lo sabía, pero lo presentía. También se había convertido en adorador. El abuelo, ferroviario de profesión y filósofo de la vida vocacional, tenía sus adeptos. Cargué las botellas en el automóvil y acepté un café en aquel porche de piedra, al otro lado del seto de aligustre, a veinte kilómetros, subiendo el valle hasta el pie de las montañas.


Y brindo al Sol por la ilusión perdida, my friends, pero ahí queda eso que escribí hace tanto tiempo.

Bacø

21/2/13

"Disociados", un libro de culto

Os puedo asegurar que, aunque falten muchos meses de este 2013, Disociados será el libro del año, un libro que todos querríais tener dentro de algún tiempo, cuando se hable de él como se habla de los libros de culto.

Desde este blog mi más sincera enhorabuena a Marcus por la edición tan guapa que ha logrado, y a Gsús y José Ángel, por el trabajo que hay detrás de esta maravilla. Y claro está, a los cuatro jinetes de Apocalipsis. 




DISOCIADOS. antilogía
EL ÁNGEL
KARMELO C. IRIBARREN
ROGER WOLFE
DAVID GONZÁLEZ
selección de poemas y prólogo:
Gsús Bonilla + José Ángel Barrueco

ISBN 978-84-939270-6-6
232 páginas
Encuadernación rústica
Cubierta plastificado mate
Papel Munken
15 EUROS

“Disociado” como concepto de separarse de diferentes realidades poéticas para crear una nueva y única voz que viva al margen de corrientes; surgiendo una poética libre e independiente.
El libro negro es una retrospectiva de estos cuatro autores, en la que se incluyen poemas inéditos

Puedes comprarlo aquí

19/2/13

Reseña de "Polvo en los labios" de Montero Glez


Los malheridos
Polvo en los labios me llama. Desde que lo recibí, hace una semana, me llama. Está situado a la izquierda del escritorio, coronando una torre de libros por leer, y no deja de atraerme. Lo he cogido un par de veces y he mirado su portada. Es una fotografía de Alberto García-Alix, un autorretrato en el que aparece su brazo escayolado (con una leyenda escrita sobre él, que no logro descifrar), sujetando de una pata, con los dedos formando una pinza, un cuervo muerto. En los otros tres dedos, brillantes, desafiantes, muestra sus anillos macarras de acero: tibias cruzadas, anclas y calaveras: signos de pirata. El dibujo de fondo de ese retrato es un camino de tierra, un camino polvoriento y vacío. Como no podía ser de otra manera, la fotografía se titula Los malheridos.
Tampoco resisto la tentación de hojear el nuevo libro de cuentos de Montero Glez. Miro los títulos de los relatos, su extensión, y leo algún párrafo suelto, a ver qué tal suena. Y suena preciso, desafiante. Contundente, como el disparo de una Magnum 44.
Dejo las obligaciones, las correcciones del próximo libro que me tienen hastiado, y comienzo a leer el relato que da titulo al libro, Polvo en los labios. No tengo intención de leerlo entero, pero me engancha desde sus primeras palabras. Y es que estoy dentro de la historia, viajando en el taxi con Chet Baker y su amigo español camino del poblado de los Pies Negros (es un suponer) a la búsqueda de algo que calme la sed, la santa sed de las venas. Y recuerdo la anécdota del toro muerto a estocadas en la Gran Vía, porque vi la fotografía hace poco tiempo, en la exposición que realizaron cuando la diagonal madrileña cumplió 100 años. Y, lo que es definitivo, porque conocí a Chet Baker en ese último viaje a Madrid, unos meses antes de su muerte. Así que se me corta el aliento y no vuelvo a respirar con hondura hasta que acabo de leer el relato. Y, al terminar de leerlo, pienso que no solo es la historia, que no se trata solo de eso, que es Montero Glez, con su prosa exacta y acerada, con el veneno dulce y rastrero de sus palabras, quien me ha metido dentro del taxi, quién me ha hecho viajar hasta aquel día de 1988, para disfrutar de la belleza de la vida y recalcar, de nuevo, lo absurdo y estúpido de la muerte.
Y ahí acaba mi contención.
Seguir leyendo aquí

Reseña publicada en la Revista Literaturas.com, en su número de febrero de 2013

11/2/13

Too much love, de theREVOLUTIONisNOW



...Bañados en sudor. Soltando chispas por las lenguas. Saliva que recorre grutas y valles. Estremecimiento. Convulsiones. Allí abajo hay dos músculos locos y desenfrenados jugando a destrozar los cerebros. Más música, más trajín, más placer.

Aguanta, amor, aguanta.

Y explota y exploto. Todo es la cascada del río de La Playa entregando su agua al mar. Flojeo pero la locura sigue.

Aguanta, amor, aguanta.


Y vuelven las olas. Un calor intenso. Orgasmo tras orgasmo. Debe ser maravillo poder disfrutar así.

Las respiraciones profundas que dominan todos los sonidos. Respiraciones que poco a poco se normalizan y regresa el equilibrio. Una armonía llena de vaciamiento y paz.

Entregados, sudados y felices.El silencio es otro. Yo soy otro. Mi mirada es otra. Hay estrellas brillantes aquí. La Vía Láctea nos envuelve.

Si toda la casa tiene un encanto especial, de las paredes y el techo del dormitorio parece desprenderse una magia diferente. Toda la habitación está llena de espejos de colores muy pequeños, sobre los que se proyecta la luz que penetra desde el exterior por entre los listones de una persiana de cañizo. Eso, el juego de reflejos entre los espejos, y un olor peculiar. Ahora sé que es aceite de cedro y que ayuda a transportarte a otro mundo. Y en ese otro mundo estaba ella esperándome, apenas vestida con unos labios sensuales, un brillo maligno en su mirada purpúrea y un rubor adolescente en las mejillas.

Demasiado amor.

Salimos al porche buscando luz y viento.

Hemos tomado un té exquisito. Ella misma lo prepara mezclando hojas de plantas que recoge de los acantilados. Y hemos fumado un cacharro de esos que yo no fumaba desde hace años.

Por un par de horas he olvidado lo que venía a hacer a La Playa y las preocupaciones que traía conmigo. Estábamos en silencio, apenas sin mirarnos, sintiendo una especie de conformidad en el alma. Así, sentados, uno junto al otro, dejando la mente en blanco para que los pensamientos no rompiesen el hechizo. Mirando el vaivén de las ramas de los pinos y la luz brillante del reflejo del Sol...


Titulo: 13.0.0.0.0 (theREVOLUTIONisNOW)
Autor: Esteban Gutiérrez Gómez
ISBN: 978-84-939685-5-7
Colección: Narrativa
216 páginas
Precio: 15.00

7/2/13

SAFARIS INOLVIDABLES, de Fernando Clemot

SAFARIS INOLVIDABLES
Fernando Clemot



El juego

Uno de los mayores placeres de un lector empedernido es descubrir nuevas narrativas capaces de extasiar. Algo nuevo bajo el sol llegó en 2009 cuando pude leer por recomendación de Carlos Salem el libro de relatos Estancos del Chiado, de Fernando Clemot. Sentí entonces la satisfacción de haber descubierto una narrativa poderosa, curtida y envolvente. El premio Setenil del año siguiente fue justa recompensa al peso de esas narraciones.

La nueva incursión de Fernando Clemot en el relato, Safaris inolvidables, me ha vuelto a sorprender. Quizá sea una prosa más depurada, aparentemente más sencilla, pero el buen hacer del escritor barcelonés sostiene un entramado ingenioso.

Me gusta en el relato la apuesta por el juego cortaziano, la propuesta de puzzle ofrecida al lector y, en Safaris inolvidables, el juego está muy presente. Varias narraciones conforman el cuadro de la vida. Vivir es huir. Vivir es penar. Vivir es enloquecer. Vivir es, también, respirar en soledad.

El juego de la Literatura se inicia en la pantalla de un ordenador. El protagonista de las narraciones utiliza un programa informático que ofrece la posibilidad de recorrer todos los rincones del mundo, e incluso de sobrevolarlo, sin moverse de casa. No es necesario viajar en realidad, frente al ordenador el viaje es posible. El viaje, la huida para encontrase a sí mismo en otro lugar y otro tiempo, para encontrar respuestas a preguntas sobre el pasado, para visitar lugares comunes, conocidos aún sin haber sido visitados.

Es una propuesta de inicio gozosa y, si se acepta el reto, el juego será agradable, divertido para el lector. A partir de ese inicio se diseña la vida del protagonista, una vida complicada, en un momento valle, que, a la vez que recorre diversos lugares del mundo (siempre en relación con sucesos personales que Fernando Clemot hilvana con otro tipo de acontecimientos en un trabajo de artesano de la palabra), conforma el paisaje de una vida triste empapada de rupturas, soledades y locura.

Hasta ahí todo correcto, todo engarza y los relatos, como piedras preciosas de colores, tarde o temprano se transforman en pulseras en los ojos del lector. Pero Fernando Clemot es amante del riesgo, y un simple juego de engarces de fragmentos es poco para su imaginación de cuentista. En un giro de trama de 359 grados, cambia el narrador de la historia y, con precisión lingüista y pulso firme de cirujano literario, despega al protagonista de la trama, lo eleva sobre el libro como si el lector estuviese observando un viaje astral (como los viajes que el protagonista hacía con la herramienta informática sobre el mundo y, a la vez, sobre su vida) e introduce en el lector las inquietudes filosóficas de vida del protagonista, convirtiendo lo que parecía ser algo particular en algo universal.

El resultado final de Safaris inolvidables es un golpe que no voy a desvelar. No sería justo privar de esa conmoción a los lectores que disfrutan con la pasión por el juego.

Esteban Gutiérrez Gómez, 2013

Reseña publicada en la Revista hispanoamericana de cultura OtroLunes, nº 26, febrero de 2013

Fernando Clemot presentará Safaris inolvidables en Madrid mañana viernes, 8 de febrero, a las 20:00 horas, en la librería 3 rosas amarillas.

6/2/13

LA ENFERMEDAD DEL LADO IZQUIERDO en ebook


Cuando el sol que nos alumbra es el símbolo del yin-yang, cuando las montañas fijan con sus valles y sus crestas nuestro destino, cuando se hace difícil respirar en lo que antes era un hogar, cuando el cuerpo empieza a enfermar... quizá sea el momento de cambiar completamente de vida.





4. Los chicos

Los chicos no sabían nada.
El mayor apenas llamaba para decir que estaba en tal o cual ciudad o en tal o cual país con tal o cual grupo de rock o tal o cual compañía de teatro y que salía en los créditos de tal o cual película o tal y cual disco. Esa era su vida. Una mañana apareció en la cocina con un macuto y nos dijo que se iba con su amigo Yosi «Lengua de Serpiente». Yosi, en sus palabras, es un tío total que ha decidido ser diferente y que se ha operado la lengua para partirla en dos como una cobra. Se nos erizó el cabello cuando nos contó eso. Que no nos preocupásemos, que aprendería a manejar las mesas de sonido junto a él y que iba a recorrer mundo. Hace cuatro años de eso.
El pequeño no nos hablaba. Desde chico había decidido que sus padres éramos los culpables de todo lo adverso que le ocurría en la vida. Tras su primer fracaso amoroso nos dejó de hablar y abandonó la casa. Recuerdo una tarde cuando regresó del colegio con la cara a punto de explotar. Aguantó hasta que nos tuvo delante a los dos para decirnos: No sabéis el asco que me dais. Tenía siete años. Le pusimos un psicólogo que nos costó un riñón y que al cabo de tres años nos vino a decir que, en parte, el chico tenía razón, que no estábamos lo suficiente con él, que todo lo hacía para llamar nuestra atención. En fin, que la culpa era nuestra. Nos volcamos con él y él empezó a manipularnos, incluso llegó a enfrentarnos. Nos dimos cuenta de su juego, pero ella no podía creer que fuese verdad. Yo lo entendí enseguida: era madre, y eso era diferente a ser padre. Cada fracaso en los estudios, cada encontronazo con los amigos, cada pesadilla que tenía, cada mal día que soportaba eran por nuestra culpa. Cuando se marchó, le di las gracias a Dios, y le recordé que, según el diario que el psicólogo nos hizo llevar para controlar su conducta y observar nuestras reacciones, hasta en ciento cincuenta y ocho ocasiones tuve ganas de arrojarlo por la ventana sin sentir remordimiento alguno.

Esteban Gutiérrez Gómez

Edición ebook
ISBN 978-84-15414-44-5 (epub)
P.V.P. 3,99 €

SINOPSIS
Un ejecutivo bien instalado, casado y padre de dos hijos, se ve súbitamente excluido, expulsado de su mundo. En el horizonte solo le resta la silueta de unas montañas que contemplaba de niño y hacia las que siempre se ha sentido atraído. Sin más perspectiva que esa silueta arriscada, Pascual, el protagonista deLa enfermedad del lado izquierdo, emprende el camino y comienza a reconstruir su vida sobre una base, esta vez sí, firme, armónica, equilibrada…
La enfermedad del lado izquierdo es un canto a la sencillez y la esperanza, una denuncia de la actual sociedad, competitiva y materialista, que nos gobierna, dirigiendo nuestras acciones hacía la conquista del Dorado para llegar a ninguna parte cuando, delante de nosotros, hemos tenido siempre el lugar hacia el que dirigirnos.


5/2/13

I Premio de Cuentos Tres Rosas Amarillas, 2013

I Premio de Cuentos Tres Rosas Amarillas, 2013




Bases del concurso:



1. Podrán concurrir al Premio todas las personas –excepto los autores publicados por la Editorial Tres Rosas Amarillas-, cualquiera que sea su nacionalidad.



2. Los cuentos (uno por autor), de tema libre y escritos en castellano, serán inéditos y no premiados en ningún otro concurso.



3. Se establece un primer premio de 1.000 euros y publicación del cuento, un segundo premio de 500 euros y publicación del cuento, y un tercer premio consistente en la publicación del cuento; todos ellos editados en el libro “Tres rosas amarillas. Relatos 05”.







4. La extensión de los cuentos estará comprendida entre 1.500 y 3.000 palabras.







5. Los cuentos se enviarán en formato Word, rellenando el formulario de las siguientes webs:



www.tresrosasamarillas.com



www.editorialtresrosasamarillas.com











6. El plazo de admisión de trabajos estará abierto desde la publicación de esta convocatoria hasta el 15 de abril de 2013. No se mantendrá correspondencia con los autores. Sobre los relatos no premiados, la entidad convocante no adquiere ningún derecho y serán destruidos una vez fallado el concurso.







7. El fallo del jurado, inapelable, y cuya composición se dará a conocer al hacerse público el resultado de sus deliberaciones, tendrá lugar durante el mes de mayo/junio del año en curso, junto con la lista de los patrocinadores del premio.







8. Los cuentos premiados quedarán en poder de la entidad convocante, siendo de la misma la titularidad de los derechos de explotación, pudiendo editarlos o difundirlos a través de cualquier medio. El uso discrecional de los cuentos premiados en este concurso, por parte de sus autores, quedará sujeto a la autorización expresa, en cada caso, de la entidad organizadora.







9. Los finalistas del concurso, llegado el momento, serán requeridos a declarar que sus cuentos son inéditos y no premiados en ningún otro concurso. Esta circunstancia deberá ser acreditada mediante declaración jurada, con fecha, firma y fotocopia DNI/Pasaporte.







10. La participación en el certamen supone la total y plena aceptación de estas bases por parte de los concursantes.